· A poco más de tres meses de haber tomado posesión de la presidencia municipal, el alcalde de Altamira, Armando Martínez Manríquez, ha demostrado que el contar con un grado académico no da la capacidad para gobernar y menos para gobernar bien. Asimismo, a Armando le será muy difícil enderezar un barco que en menos de tres meses sacó de rumbo, cuando no tiene ni la fuerza moral, ni política, ni la base social, para poder enmendar los errores de una administración tripartita (Mario-Erasmo-Armando9. Pobre Altamira. Lo bueno es que no hay mal que dure tres años…
Antes que nada, permítame querido lector desearle un sinfín de parabienes para este año que recién inicia: salud, prosperidad y éxito, pero mucho éxito, son los principales deseos para Usted y su familia. Dicho ello, nos vamos al análisis de los temas más importantes de los últimos días.
Y empezaré en el sur de Tamaulipas. El pasado jueves, el presidente municipal de Altamira, Armando Martínez Manríquez, presentó lo que pomposamente dio en llamar su “informe de los 100 días”. Nada extraordinario y muy mediocre, por cierto.
El caso es que el alcalde quiere congraciarse con la sociedad de Altamira ante la falta de resultados concretos de los primeros 91 días “de gobierno”, que no 100, para ser precisos. Porque no ha habido nada que aplaudirle al munícipe. Y revisando su nominación, su arribo y su desempeño, pues Armando no es, de ninguna manera, el líder que presume que es.
Primero, hay que recordar que Martínez Manríquez consiguió la candidatura de MORENA, a través de una relación perversa con el Diputado Federal, Erasmo González Robledo, presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública del Congreso Federal, amigo y socio, del dirigente nacional de MORENA, Mario Delgado Carrillo. Claro que en el camino, Armando dejó en el camino enemigos y agravios sembrados por doquier e hipotecó el futuro del Ayuntamiento, del municipio y de los altamirenses, al haber establecido pactos perversos tanto con Erasmo como con sus socios los hermanos Carmona, porque no debemos olvidar que la sospecha, cuando no mancha “tizna”, y en la gente y en los círculos políticos nacionales queda la duda de, a cambio de que, Armando Martínez Manríquez, aceptó la ayuda del hoy fallecido Sergio Carmona Angulo, lo que le permitió un mediocre triunfo electoral.
Pasó la campaña electoral y el día de la elección, el “cuasi Doctor”, porque todavía no logra el grado académico en cuestión, se llevó el triunfo con una limitada diferencia de 1,700 votos, ganando con 38,456 a favor de MORENA contra 36,756 del abanderado del PAN. Nada para presumir.
Pero lo que fue verdaderamente terrible para el municipio, fue la conformación de la estructura municipal. Más de la mitad de los nuevos funcionarios fueron posiciones cedidas, “voluntariamente a fuerza”, al promotor de su candidatura, Erasmo González Robledo, por lo cual, el control político y económico del Ayuntamiento lo tiene el maderense, habiendo reducido la posición de Armando Martínez Manríquez a un triste “ejecutivo” quién depende de las órdenes de su jefe y tiene que entregarle buenos resultados. Es decir, Armando le está “cuidando el changarro” a Erasmo, aunque lo está haciendo mal.
Regresando el programa de los 100 días, que debiera ser de los 91 días, no hay nada que aplaudir, nada que reconocer e, incluso, no hay creatividad. Y ello demuestra que el hecho de contar con un grado académico no garantiza que alguien le entienda al tema de la gobernabilidad y la gobernanza, y por supuesto, al tema de la organización de la administración pública.
Dice el boletín respectivo: “Destacó el funcionario -el Secretario Técnico del Ayuntamiento- que en una primera fase de este plan, se realizó la captura estadística para identificar con precisión las diversas problemáticas de la ciudad”. ¿Captura estadística? ¿Y qué es eso? ¿Y luego?
Se incluye en el Plan Municipal de Desarrollo 2021-2024 “el apartado “Programas y proyectos transformadores”, entre los que se encuentran los programas efectuados desde el inicio de la presente gestión como los de limpieza, de infraestructura municipal, etc.”. creo que les faltó entender a este grupo de “administradores públicos” que esos no son proyectos transformadores sino obligaciones constitucionales de una administración pública.
Y una perla de este largo documento: “En ese sentido, correspondió al titular de esta dependencia -Obras Públicas- presentar la propuesta de la incrementación de la inversión de programas federales orientados en obra pública”. ¿Incrementación o incremento?
Y muy importante, sesuda estrategia: “Se destacó también que, para apoyar la economía de las familias, los integrantes de esta máxima tribuna municipal autorizaron también por unanimidad de votos el 100% de descuento en recargos, gastos de ejecución y cobranza a los contribuyentes que cuenten con adeudo del impuesto predial de ejercicios anteriores con vigencia del 1 al 31 de enero 2022.” Mmmmmm… Esto se hace todos los años en todas las administraciones de todos los colores con el fin de capitalizarse y poder empezar el año con una buena recaudación y que la planeación financiera les permita cumplir las metas. Insisto. Mucha mediocridad y nula creatividad.
Y si, muy cumplidor el señor alcalde. En los últimos días del 2021, el flamante alcalde de Altamira, Armando Martínez Manríquez, inauguró la “Isla de la Esperanza” que, junto con la mañanera de los lunes, nos hace imaginarnos que, Armando, además de deberle su presente vida a Erasmo González Robledo, también se ha esforzado por ser un émulo por los 4 costados del presidente Andrés Manuel López Obrador y lo único que le hace falta para completar el cuadro es mandar construir tres estatuas en homenaje a sus alter egos: el propio presidente López Obrador, Mario Delgado Carrillo y Erasmo González Robledo. ¿Y Sergio Carmona? De él hablaremos después, aunque a lo mejor ganas no le faltan.
Y es una pena lo que está sucediendo en Altamira, después de la administración de Alma Laura Amparán. ¿Y qué decir de los boletines municipales? Mejor dejémoslo así. Sin palabras.
PD. 1. Y hablando de Altamira, le cuento que el actual sindico, Ricardo Vega Barrón, contrata empresas para obras del Ayuntamiento altamirense, pagando salarios muy bajos para obreros y empleados de dichas empresas, de hambre, lo que viola flagrantemente la Ley y el apoyo que desde el Gobierno Federal se ha dado a los trabajadores, lo que permite observar que quienes llegaron al Ayuntamiento lo hicieron con hambre y su aspiración de ser funcionarios públicos fue sólo el medio para enriquecerse.
Voces bien informadas aseguran que Vega Barrón, dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción Excavación, Operación, Similares y Conexos de la República Mexicana, SITRACE, utiliza su cargo para contratar empresas que lleven a cabo los trabajos de obra pública municipal, o lo que es lo mismo: ejerce la función de líder sindical, sindico y hasta empresario, todo al mismo tiempo o “tres en uno”.
Lo más censurable es que dichas empresas no están pagando los salarios justos de acuerdo a la categoría y experiencia de quienes son contratados, todo ello solapado por el líder del SITRACE quien, desde la sindicatura, se hace ciego, sordo y mudo y con ello perjudica a la clase trabajadora, pero apoya a sus socios en la aplicación de recursos municipales para obra pública.
Y ante la falta de respuesta a sus exigencias, los trabajadores, molestos con Vega Barrón y con el propio “encargado del despacho” de “Altamira”, Armando Martínez Manríquez, buscan ya “otras alternativas” lo que puede poner en riesgo a las “faraónicas obras púbicas propuestas en Altamira” por Martínez Manríquez.
Los trabajadores, incluso, han pensado en acudir a las autoridades federales y estatales, para exigir que cese de inmediato el amasiato entre Erasmo González Robledo, Armando Martínez Manríquez y Ricardo Vega Barrón, a quienes acusan de querer, literalmente, enriquecerse ofensivamente, a costa de “matarlos de hambre” a ellos y a sus familias.
PD. 2. De pronóstico reservado las consecuencias de haber tirado la estatua de la ignominia del presidente Andrés Manuel López Obrador en Atlacomulco. Ya veremos, ya le platicaremos.
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