Las imágenes dieron la vuelta al mundo: Una turba de enfurecidas personas agredieron el vehículo de una Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuando ésta iba saliendo del edificio sede, en la Capital del País.
Intolerancia, es la palabra que define ese tipo de actitudes.
Es válido protestar cuando algo no nos parece, pero no lo es cuando el sentimiento se traduce en violencia.
Apenas el lunes la Suprema dio el fallo definitivo en contra del llamado “Plan B” del Pejidente ALMO que proponía, entre otras cosas, limitar el presupuesto de los Estados y Municipios para Comunicación Social, y la eliminación de las candidaturas plurinominales.
La votación fue por abrumadora mayoría, y solo los dos ministros leales al Pejidente votaron a favor del “Plan B”.
Vimos cómo la masa irracional gritaba: “Traidores a la patria”, y luego vinieron los golpes con las palmas de las manos y objetos diversos en el cofre y vidrios del vehículo, intentando obligar a los tripulantes a bajar.
Yo me pregunto, ¿y qué hubiera pasado si se hubieran bajado? ¿Los lincharían?
Eso es lo malo de las turbas idiotizadas: Dejan de pensar por sí mismas y siguen ideas que les han sido imbuidas de manera sistemática a lo largo de los años, por parte de líderes carismáticos que tienen más que ver con alguna secta que con un país.
Así se arman las revoluciones.
Hasta ahora, El Pejidente se ha jactado y se ha puesto a sí mismo a la altura, o tal vez aún más grande que los héroes nacionales: Hidalgo, Morelos, Juárez o Madero.
De alguna manera considera que él tiene más méritos porque la Cuarta Transformación que impulsa ha sido pacífica.
“Ellos tuvieron que hacer cambios violentos y yo lo hice pacíficamente, así que yo soy más chingón que ellos”-parece ser la idea central de este megalómano que está a un tris de convertirse en dictador.
Déjenme decirles una cosa: Ya en la antigüedad, los griegos analizaban los diferentes tipos de gobierno.
En “La República”, Sócrates consideraba que el mejor es la Monarquía.
De ahí se derivaban otros tipos de gobierno. Por ejemplo, cuando los miembros de la nobleza se preguntaban: “Bueno, ¿y por qué un solo individuo tiene que gobernar y tener todo el poder?”, armaban una revolución y derrocaban al monarca para instaurar una Oligarquía, o gobierno de los poderosos.
Más adelante, cuando éstos empezaban a abusar de su poder, el pueblo, que era mayoría, se preguntaba: “Bueno, ¿y por qué unos cuantos ricos tienen que gobernar y tener el poder?”, y ¡zas! armaban otra revolución y derrocaban al gobierno oligárquico.
Ya con un gobierno Democrático, los individuos empezaban a tener libertades, que pronto se convertían en libertinaje.
El gobernante democrático, para atajar ese exceso de libertades, instauraba una Tiranía, limitando los derechos de los ciudadanos y controlando todos los órganos de poder, lo que ahora se conoce como Dictadura.
Así, pues, la historia parece dar la razón a Sócrates: Los gobiernos monárquicos dan lugar a gobiernos oligárquicos, los oligárquicos generan gobiernos democráticos y los gobiernos democráticos casi siempre decaen en tiranía.
La pregunta para mis dos o tres lectores es: ¿En qué etapa o en qué tipo de gobierno cree usted que estamos? Se los dejo de tarea.
Viene el refrán estilo Pegaso: “Hacia aquel lugar se dirigen legislaciones a donde desean monarcas”. (Allá van leyes a donde quieren reyes).