Gorda:
Nunca me olvidaré de ti. Hace poco más de tres meses, te conocí en la fila para pagar en una caja de la tienda S-Mart, ubicada cerca del canal Anzaldúas de esta fronteriza ciudad de Reynosa.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Estaba yo en la fila y una señora mayor llegó detrás de mí, así que le hice espacio para que se pusiera delante y pudiera pagar antes, como cualquier caballero consciente lo haría.
Faltaban todavía varias personas para pagar. Tú, gorda, estabas en la fila de enseguida, donde había menos parroquianos, así que me pasé para allá y me coloqué detrás de ti.
Gorda, no lo hubiera hecho. Te saliste por un momento y yo pensé que habías ido a comprar otra cosa, así que avancé un paso hacia la caja. En eso regresaste. Como eres una mujer obesa, alta, de aspecto fiero y tatuada, llegaste empujándome, atropellándome para que me saliera de “tu fila”.
Obviamente, no pensé que se tratara de algo hecho a propósito, así que me hice hacia atrás. Segundos después, llegó otra persona para ubicarse al último y tú, gorda, le dijiste que se pasara delante de ti.
Y a cada persona, hombre o mujer que llegaba, le decías que pasara delante, lo que de verdad me desconcertó.
Al ver que seguía entrando gente delante de los dos y que tú, gorda, permanecías en el mismo lugar, sin tener la mínima intención de avanzar hacia la caja, quise rodearte, pero tú, con tus rechonchas manos y obeso vientre, me lo impedías, manoteando sin decir nada, con una mirada amenazante que daría miedo al mismísimo Satanás.
Gorda, hice lo que la prudencia me aconsejaba. Me dirigí a otra caja, hice fila, pagué y me retiré.
Mira, gorda. Jamás te he vuelto a ver en ese supermercado. Y si te veo juro que te evitaré como a la peste.
No tengo por qué respetarte porque tu comportamiento fue sumamente vulgar y agresivo, impropio de una mujer que puede ser madre, hija o esposa.
Claro, gorda. Si te veo te reconoceré de inmediato.
Quisiera que por algún medio llegue a ti este mensaje y te reconozcas en mi narración.
No sé si sea tu forma ordinaria de comportarte, pero eso refleja el grado de educación e inmadurez social que posees.
Posiblemente seas esposa o pariente de algún delincuente de baja monta de tu colonia, de los muchos que pululan en los barrios bajos.
Eres prepotente y ruin. Lo entendería de cualquier tipo porque, por regla general, los hombres ignorantes son más propensos a la violencia. Pero no estamos acostumbrados a que una mujer haga ese tipo de papeles, y menos en público.
Gorda, eres la vergüenza de tu género.
Solo quería que lo supieras, si es que llegas a leer estas líneas.
Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “¡En este momento desciéndele un trío de pequeñas líneas!” (¡Ya bájale tres rayitas!)