Confieso que hasta hace pocos días había oído yo hablar de Nodal. Es más: Ni en el mundo lo hacía.
No sé de dónde salió o a qué equipo le va, pero he visto en algunas fotografías que está más tatuado que un “Mara Salvatrucha” y eso ya me dice mucho de su condición.
Entrando a la Internet, me enteré que este chavalón nació en Caborca, Sonora. Es un músico, cantante y compositor que ha hecho popular un género de música llamado “mariachero”, que combina la música de mariachi con la norteña.
Le han dado varios premios Grammi y Billboard, y algunas de sus canciones se han popularizado como “Me dejé llevar”, “Te Fallé”, “Nada Nuevo” y “De los besos que te di”, pero es más conocido por los continuos escándalos, ya que cambia de vieja como cambiar de calzones.
¿Qué les da o qué les ofrece a las correteables chamaconas para que anden detrás de sus huesitos?
No lo sé. Yo siempre me lo he preguntado. Una de las respuestas que he hallado es que la fama es como un imán, como miel para las hormigas, como algo a lo que no se pueden resistir las mujeres jóvenes, feyoyas o guapetonas por igual.
Recuerdo hace mucho tiempo, mi hermana mayor y dos de mis primas estaban deslumbradas por un joven Juan Gabriel, allá por la década de los setenta, pegándole a los ochenta.
En ese tiempo no se sabía que le gustaba hacerla de cácher, sino que salió del clóset hasta mucho tiempo después.
Como sea, en cierta ocasión se anunció un concierto de Juanga en el entonces Cinema Juárez, ubicado en la calle Juárez con Matamoros de la Zona Centro de Reynosa, donde hay actualmente un estacionamiento.
Alternaba Cornelio Reyna, un artista local más feo que “La Gilbertona” y que no tenía tanto arrastre como Juan Gabriel.
Terminó la presentación, se formaron en la kilométrica fila para pedir un autógrafo y un beso al juvenil cantante y este tuvo que retirarse minutos después.
Todas mohínas, mi hermana y mis primas ya se iban del cine cuando vieron a unas cuantas jovenzuelas rodeando a Cornelio Reyna. Rápidamente se acercaron hasta que llegaron ante él y éste les aplastó un sonoro beso en los cachetes.
En los próximos días, ya no se oía otra cosa en mi casa que: “¡Me dio un beso Corne!”
Y no olvidemos a Lalo Mora, que a sus ochenta y tanto años todavía las mujeres hacen fila cuando termina sus conciertos para que éste les dé un beso de lengüita, un buen faje y su nalgada.
Nodal no está tan feo, pero tampoco es muy guapo. Los tatuajes lo hacen parecer corriente, con cara de fascineroso, pero eso a las chicas no parece afectarles. Quizá ya no comparten esa memoria colectiva de que los tatuajes vienen de los presidiarios y creen que se trata de una bonita obra de arte que utiliza como lienzo la cara, brazos, pechos y nalgas.
En fin. Este cuate ha pasado por las armas a las más bellas cantantes nacionales, empezando por Belinda, luego una tal Cazú y finalmente, Ángela Aguilar.
Dice en un video que subió a sus redes sociales para tratar de explicar su comportamiento, que desde hace muchos años estaba esperando a la nieta de Don Antonio Aguilar y Flor Silvestre, quien era una chamaquita que todavía jugaba con muñecas apenas hace dos o tres años.
Pero ahí está el romance. Ambos son jovenazos, ambos son polémicos. Ángela Aguilar se ha caracterizado por sus comentarios antimexicanos y fuera de todo contexto, como cuando ganó la selección de futbol de Argentina y dijo que ella tenía sangre argentina, o algo por el estilo.
Se le criticó por sus sobacos negros y ahora, por su exagerado derriére, donde se nota que se pone almohadas para hacerlo más voluminoso.
Lo último que vi de ella es que salió llorando porque el público se mete con su vida pero, ¿qué culpa tiene la gente, si los artistas dan material para que se esté hablando permanentemente de ellos?
Los famosos, por el solo hecho de serlo, están en la punta de la lengua del público y no son inmunes a las críticas, por muy exitosos que sean.
Así pues, termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Músculos linguales de tres aristas”. (Lenguas de triple filo).