¡Yo quiero ser juez!
Si cualquier ciudadano podrá postularse y ser electo como juez o magistrado, ¿por qué no podría ser yo uno de ellos?
Bueno, diría alguien. Lo que pasa es que tienes que ser abogado para ser prospecto. Mínimo, tener un doctorado.
-Pe-pe-pero yo creo que haría un mejor papel que la mayoría de los jueces de distrito o ministros de la Suprema Corte. Basta tener sentido de la justicia y conocer un poco de leyes-respondería yo.
Porque, ¿a poco no? En la actualidad, los salarios de esas ternuritas rondan en los doscientos y pico de miles de pesos mensuales, más compensaciones, dietas, prerrogativas, aguinaldos, pago de vacaciones, apoyos para la compra de autos, vivienda, pago de guaruras y hasta servidoras domésticas.
¿A cambio de qué? De desgraciar a la gente jodida y beneficiar a los bandidos de cuello blanco.
El juez se vende bien, y todos lo saben. Porque aparte de recibir el dinero “legal”, es decir, el que ellos mismos se otorgan tan liberalmente, agarran lana de los narcos, de los empresarios ladrones y de todo aquel que tenga dinero suficiente para comprar la justicia.
Hay muchos ejemplos y no quiero desgastarme en mencionarlos.
Las leyes se han enroscado y complicado tanto, que hay especialistas en buscar lagunas legales, como si se tratara de un queso gruyére para favorecer al rico y refundir en el bote al pobre.
Si un padre que fue despedido de su trabajo, desesperado por no tener para comprar la comida de la casa va y roba una pieza de pan, el propietario del negocio lo acusa, lo llevan ante un juez y este lo condena sin ninguna contemplación.
¡Ahhhh! Pero no ocurre lo mismo, por ejemplo, si alguien va a acusar a un empresario por subir los precios de sus productos sin justificación.
Muchas veces no se necesitan títulos para hacer justicia.
En el libro Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, Sancho Panza, que era un tipo analfabeta, es nombrado como Gobernador de la imaginaria ínsula Barataria.
Pero a pesar de su ignorancia, impartía la justicia como el mejor de los letrados.
Le llegaron dos mujeres que se atribuían la maternidad de un infante. Tras mucha discusión de una y de otra, tratando de que se les entregara el niño, Sancho ordenó a uno de los gendarmes que lo mocharan por la mitad y le dieran una parte a cada una, para que ambas estuvieran contentas y se fueran a su casa.
Fue, naturalmente, la verdadera madre la que dijo que prefería que le entregaran al chaval a la otra, antes de verlo partido en dos. Y fue a ella a quien Sancho le dio el niño y ordenó que a la otra pícara le dieran una buena tunda.
Digo, pues, que sí. Es necesario haber estudiado leyes para postularse, ahora con las nuevas reformas, como candidato a juez o a ministro.
Ya no serán magistrados de carrera, sino que serán electos por votación popular los personajes que estarán encargados de impartir la justicia en México.
Todo está bien, mientras no se maniobre para imponer desde el Ejecutivo a los cuatachos y aliados del Presidente en turno.
Viene el refrán estilo Pegaso, cortesía de Don Quijote de la Mancha: “Situaciones observaredes, Sancho”. (Cosas veredes, Sancho).