Saturday, November 30, 2024

Al Vuelo-Fortuna

Por Pegaso

Ya lo dice aquel fragmento del Carmina Burana llamado “¡Oh, Fortuna!”, ejecutado magistralmente por la orquesta de André Rieu: Eres cambiante como la luna, a veces creces y a veces disminuyes.

La fortuna es muchas veces tomada como sinónimo de suerte, pero no siempre es lo mismo.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española lo define de la siguiente manera:

  1. Encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito. Sinónimos: Destino, suerte, fario, sino, hado, azar.
  2. Circunstancia casual de personas y cosas.
  3. Suerte favorable. Sinónimos: Suerte, ventura, baraka.
  4. Éxito.

En la mitología griega, Fortuna era la diosa de la suerte, buena o mala, aunque siempre se tendió a asociarla con lo bueno y con la fertilidad; de modo que la adversidad ha pasado a ser casi sinónimo de infortunio.

Se le representa con la rueda de la fortuna o la ruleta, que significa azar, lo aleatorio de la buena o mala suerte.

Junto a Fortuna se representaba muchas veces Ocasión, otra deidad griega, la cual era calva, por eso aquella expresión que dice: “A la Ocasión la pintan calva”.

Fortuna era una deidad menor en el panteón de los dioses griegos y latinos.

Presidía en todos los acontecimientos y distribuía, según su capricho, los bienes y los males.

Así pues, cuando en la actualidad decimos que somos afortunados, siempre nos referimos a que gozamos de estabilidad económica, amorosa, emocional y laboral, y consideramos desdichados a aquellos que carecen de esas condiciones.

En Estados Unidos, a los infortunados les dicen “losers”, en México, perdedores.

La vida nos muestra muchísimos ejemplos de unos y otros.

Se dice, por ejemplo, que una tendencia clara es que una persona que tuvo padres humildes o pobres, tiene más posibilidades de crecer, desarrollarse y morir pobre.

Yo acostumbro poner el ejemplo de mi grupo de la preparatoria.

Estudié en el CBTIS 7 de esta bonita ciudad de Reynosa de 1979 a 1982 y había dos grupos bien definidos: El de los padres ricos y el de los padres pobres.

Los de familias ricas eran los petroleros, los médicos, los maestros y los empresarios. Los pobretones éramos los hijos de albañiles, de mecánicos, de carpinteros o de obreros.

Si me preguntan a la fecha qué ha ocurrido con esos dos grupos, diré que los primeros gozan de una vida ciertamente cómoda, traen vehículos de modelo reciente, compraron sus residencias en alguna colonia popofona o en el lado americano y no tienen ningún tipo de problema económico.

Los del segundo grupo seguimos igual de jodidos.

Claro que alguno que otro pudo haberse superado, pero la regla general es esa: Si tienes un padre pobretón, serás pobre; si tienes un padre rico, serás rico.

Y no importa que no te herede una gran cantidad de dinero. Decía el conocido actor de acción, Jakie Chan,- cuando le preguntaban si dejaría todo su dinero a su hijo- que definitivamente donaría todos sus millones a una organización de beneficencia, porque quería que su vástago se esforzara y lograra obtener su propia fortuna.

El legado de los padres no es solo en dinero, sino en ejemplo. Si tienes un progenitor que nunca se esforzó y jamás tuvo la inquietud de emprender alguna empresa, tú seguirás sus pasos.

El poema de El Carmina Burana tiene mucha razón: La Fortuna es veleidosa, pero se inclina más por las personas que están preparadas y saben aprovechar la Oportunidad que se les presenta.

Dicho lo anterior, nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “A quien es natural la pobreza, metal áureo que obtiene se le trastoca en cúpreo”. (Al que nace pobre, oro que gane se le vuelve cobre).

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