Wednesday, April 30, 2025

Al Vuelo-¡Gorrones!

Por Pegaso
Un influencer llegó a un restaurante de alitas de Reynosa, pidió tres órdenes surtidas, con su chesco, y tras consumir el opíparo banquete, hizo unas tomas del lugar para hacer una reseña.
Cuando ya se iba sin pagar lo consumido, y peor aún, sin dejarle propina al mesero, este le reclamó, y el sujeto le dijo que es el influencer más importante de Reynosa, que tiene chorromil seguidores y que les hacía un gran favor al ir a comer a ese lugar.
Como es natural, el encargado del changarro, un sujeto que no valora el poder de las redes sociales, le dijo que le valía madre, que tendría que pagar por lo que consumió.
El tipo le contestó que si no sabía quién es él, que con una reseña negativa perdería a toda su clientela y que sería mejor que estuviera flojito y cooperando, para que todo saliera bien.
Total, el gorrón tuvo que pagar, porque no le valieron sus argumentos. Se fue triste, con la cola entre las patas.
Por desgracia, no se trata de un caso aislado. Son una plaga que crece y crece, con la idea de que cualquier negocio al que se dignen a acudir, ganará muchos más clientes si suben a sus plataformas comentarios positivos.
La advertencia es para todos. La CANIRAC debía emitir un boletín para que los propietarios de establecimientos de venta de comida estén al pendiente y se eviten un disgusto cuando uno de estos abusivos individuos llegue a querer sorprenderlos.
Lo malo es que tragan como pelones de hospicio. Piden un platillo, y otro y otro para “degustar” cada uno de ellos y percibir sus sutilezas, lo que permitirá que emitan un juicio positivo -si el negocio acepta sus condiciones- o negativo, si los mandan a freír espárragos.
Al entrar al buscador de Internet, se pueden ver noticias de todas partes del mundo, donde los influencers llegan, tragan y quieren irse sin pagar.
Por ejemplo, Telediario México publicó un encabezado el 22 de febrero de 2024 que dice: “Influencer ofrece publicidad por comida: Así le respondieron”. Y narra las peripecias del influencer Miguel Misha, de España.
El restaurant al que fue para pedir comida gratis no aceptó sus argumentos: “Oye, estoy en directo haciendo promoción a sitios ¿querés promoción a cambio de una comida? ¿Puedes llamar a decirles que tienes una estrella aquí? Es que tengo mil personas aquí. Son oportunidades que son solamente una vez en la vida, tío. Mañana se arrepienten”-dijo el botarate.
El diario Mileño, en una nota del 2019, señala que un youtuber llamado Alejandro Carreño llegó a un restaurant de la Ciudad de México, acompañado por tres personas más, solicitando un servicio gratuito a cambio de una buena opinión.
Por supuesto, el negocio no aceptó tan generosa oferta y más tarde el influencer publicó un comentario negativo del lugar.
Nadie se hubiera enterado de ese atropello, de no ser porque el restaurant tenía su propia cuenta de Facebook y denunció el intento de extorsión.
Ejemplos hay muchos, tanto en España, como México, como en Estados Unidos o en China.
De alguna manera, cuando alguien logra tener cierta cantidad de seguidores y se convierte en influencer, algo le truena en el cerebro que los hace pensar que pueden llegar a cualquier parte y obtener lo que quieran con solo chasquear los dedos.
Creo que ni Luis Miguel o cualquier otro artista de renombre internacional pueden darse el lujo de llegar a un lugar e irse sin pagar.
Recientemente salió un comentario de que Luis Miguel pagó cientos de miles de dólares por cenar en un lugar de caché.
¡Imagínense! Si Luis Miguel paga su propio consumo, ¿por qué un pinchurriento influencer quiere tragar de gorra?
Cosas de la posverdad.
Viene el refrán estilo Pegaso: “¡Atibórrate, en este momento que existe material terroso húmedo!” (¡Atáscate, ahora que hay lodo!)
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