Por Pegaso
1.- Mi patria es México. Debo servirla siempre con mi pensamiento, con mis palabras, con mis actos.
2.- México necesita y merece, para asegurar su dicha y para aumentar su grandeza, el trabajo material e intelectual de sus hijos y la moralidad de todos ellos.
3.- Debo ser digno, justo, generoso y útil, Así honraré a mi familia, a la sociedad en que vivo, a mi país y a la humanidad.
4.- Debo ser agradecido con mis padres y con mis maestros; reconocer los sacrificios que realizan para mi educación; hacer buen uso de los conocimientos que he recibido, y cumplir con las normas de buena conducta que se me han inculcado.
5.- Mi obligación actual es el estudio. Perseveraré en él con entusiasmo, para realizar más eficazmente cuanto mi propia vida y la de mis semejantes esperan de mí.
6.- Buscaré siempre el bienestar de los demás, los trataré con urbanidad y tolerancia, y respetaré en todos el supremo don que es la vida, protegiendo la de ellos igual que protejo la mía propia.
7.- Lucharé contra el vicio, el alcoholismo, la mentira, la deslealtad, el fraude, la violencia y el crimen.
8.- Trabajaré siempre por la salud física y mental del pueblo mexicano, para que podamos todos disfrutar alegremente de la capacidad de sentir, de estudiar, de trabajar.
9.- Seré siempre valeroso para vencer las dificultades que surgen en la vida.
10.- Apreciaré lo bello y lo noble, en la naturaleza, en el arte, en el pensamiento y en la conducta de las personas virtuosas.
11.- Ayudaré a mis semejantes sin pretender que sobre sus libertades y derechos prive mi interés egoísta.
12.- Siempre seré veraz, y daré, en todo lo que haga, ejemplo de honradez, de rectitud y de sentido de responsabilidad.
(Libros de Texto Gratuitos. Mi Libro de Lengua Nacional de Tercer Año, Generación 1962).
Todo eso es lo que hemos perdido.
El México de antes, donde nuestra moneda era más fuerte que el dólar y con un peso comprabas el mandado de la quincena, ya no existe.
Todavía hasta el sexenio de Adolfo López Mateos se podía decir que México tenía un destino brillante, pero luego llegaron Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, y todo se fue al caño.
Quizá todo tuvo su origen en los movimientos progresistas de 1968, tal vez comenzó con la eliminación de la materia de civismo de los libros de texto. Qué se yo.
Lo cierto es que en aquellos lejanos tiempos, el maestro tenía el permiso de los padres de castigar a los estudiantes que se portaran mal. Tomaba su regla y la estampaba en las manos del infractor. ¡Y vaya que el castigo daba resultado, porque después nos convertíamos en una sedita!
Hoy no. Si un maestro le saca la lengua a un alumno, éste se le va encima y lo agarra a madrazos, luego toma video y lo sube a las redes sociales para acusarlo de golpeador. El pobre docente acaba de patitas en la calle, porque el director no puede soportar la presión pública.
Y ni qué hablar de los padres. Lejos de obedecerlos, le levantan la voz y hasta dicen que tienen la obligación de mantenerlos porque ellos no pidieron venir al mundo.
Esa tergiversación de los valores cívicos y morales, mejor dicho, esa degeneración ha sido multifactorial y ha dado como resultado un México donde las personas buenas no tienen cabida.
La frase demagógica “somos más los buenos” suena hueca y carente de sentido.
Por eso aquí nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “La totalidad del tiempo pretérito tuvo mejores características”. (Todo tiempo pasado fue mejor).

