Monday, November 24, 2025

Al Vuelo-Corona 

Por Pegaso
Con toda la pompa y glamour de la más rancia sociedad se llevó a cabo la coronación de Su Majestad Juan Carlos I de España.
¡Híjole! Se oye rete bonito. Puedo jurar que las revistas especializadas en lamer las botas de la alta sociedad europea utilizarán palabras aún más rimbombantes: “Su graciocísima e Ilustrísima Majestad, el Augusto Rey de España, Don Juan Carlos I rindió protesta ante sus felicísimos súbditos que lo adorarán incondicionalmente hasta el último día de su vida”.
Algo así por el estilo.
La verdad es que yo, en lugar de hacerle la barba, lo agarraría de a patadas en las donas, le picaría los ojos y le sacaría la lengua, porque para mí es inaceptable que aún sigan existiendo monarquías en este mundo de computadoras, autos voladores e Inteligencia Artificial.
El Hombre hace mucho tiempo que pasó por eso.
Los reyes, si alguien no lo recuerda, eran terribles. Tanto así que nuestros actuales capos de la Delincuencia Organizada serían niños de pecho.
Para empezar, los territorios se ganaban a sangre y fuego, literalmente. Tras una guerra, ya cuando tenía el dominio total, el general o líder ganador le decía a la gente que pretendía gobernar que diosito le había concedido el derecho de ser rey, que todo mundo debía darle tributo y obediencia ciega. Y todo eso, avalado por la perra Iglesia.
Si alguien desobedecía, se lo cargaba el payaso. Si no entregaban una buena parte de su cosecha, se la quitaban. Si no participaba en las guerras que libraba el rey con los vecinos, lo desaparecían.
Mucho se ha dicho del derecho de pernada. Un mozo no podía casarse con una bella doncella sin que lo supiera el monarca. Y este, ni tardo ni perezoso, mandaba llamar a la novia para pasar con ella su primera noche. Al día siguiente se la devolvía al novio y éste tenía que apechugar. En los siguientes nueve meses nacía la bendición y no se sabía si era del soberano o del marido.
No es que los actuales reyes sigan haciendo todas esas barbaridades, pero si por ellos fuera, volvería a implementarse el terrible sistema feudal.
No hace falta que los súbditos les paguen tributo. Ahora es el Estado el que les da una buena lana solo por el hecho de tener título nobiliario. Y eso también va para la reina, los príncipes, los condes, los vizcondes y toda la retahíla de parásitos que viven una vida de lujos y extravagancias sin trabajar. Ya quisiera yo una de esas chambas.
Me dio risa porque una nota que vi sobre la coronación señala que un sector de la población espera que el rey lleve al país a la democracia, lo que resulta prácticamente imposible, porque un individuo con tanto poder nunca va a dejar los privilegios. No, hasta que venga una revolución y le corten la cabeza en la guillotina, como ocurrió dos siglos atrás con Luis XVI y María Antonieta, en Francia.
Va de nuevo la perorata de Platón respecto a los gobiernos: Para los griegos, el mejor sistema era el de la Aristocracia o Monarquía, o sea, el gobierno de los mejores. De la Monarquía o Aristocracia surgía la Oligarquía, cuando los nobles de la corte decidían que el rey ya no les servía. Pero cuando el pueblo sufría los excesos de los oligarcas, es decir, de los poderosos, armaban una revolución y lo tumbaban. Así nace la Democracia, el gobierno del pueblo. Pero como en toda democracia hay libertades y estas libertades pronto se convierten en libertinaje, el gobierno implementa una Dictadura o Tiranía. Y de vuelta a lo mismo: Abusos, sufrimiento para el pueblo, restricción de libertades. Ese cuento ya nos lo sabemos.
Por consiguiente, concluyo mi tesis con el siguiente refrán al estilo Pegaso: “En torno a la anticipación no existe falacia”. (Sobre aviso no hay engaño).
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