Por Pegaso
Hagamos un ejercicio de imaginación: Pensemos por un momento que Donald Trump, a partir de febrero del 2025 cumpla su amenaza de aplicar el 25% de aranceles a todas las exportaciones mexicanas.
Eso provocará una de dos cosas: Que el margen de utilidades de los exportadores se reduzca tanto que ya no les sea rentable enviar sus mercancías a los Estados Unidos, o que se busque otro mercado para su colocación, posiblemente China. Aunque los “ojos de rendija” ya se han puesto la pila y de ninguna manera permitirán que haya un déficit comercial con México.
Imaginemos pues, que ocurre lo primero y que como respuesta a tan agresiva política el Gobierno de México decida que ya no se dejará pasar ningún tipo de droga a Gringolandia.
Sería algo muy difícil de lograr porque implica un combate de a deveras al trasiego de sustancias ilegales y el estallamiento de lo que sería prácticamente una guerra civil en nuestro territorio. Pero supongamos que se hace.
¿Qué pasaría en Estados Unidos sin drogas que alimenten la adicción de millones de pacíficos ciudadanos?
Estadísticas dicen que el 30% de los habitantes de ese país consumen habitualmente algún tipo de estupefaciente. Yo diría que es mucho más.
Tal vez exagerando un poquitín, yo siempre digo que hasta los niños de pecho ya traen su churrito para fumar hierba.
La mayoría de las películas que se producen en Estados Unidos, tirándole al 90%, incluyen escenas o menciones de algún tipo de droga, como la marihuana, la cocaína o la morfina.
Es una cultura. Es parte de su esencia y del famosísimo “Estilo de Vida Norteamericano”.
Yo pienso que no aguantarían tres días sin fumar, inhalar, esnifear o harponarse, como se dice en la jerga popular.
Un drogadicto que deja de consumir alcaloides, a los pocos días empieza a padecer el síndrome de abstinencia: Se siente nervioso, emocionalmente inestable, irritable y antisocial.
Ahora imagínense durante la primera semana y el primer mes.
Segurito, segurito, que no pasará mucho tiempo antes de que los “pelos de elote”, por mediación de su lenguaraz Presidente electo, estén rogando a México que deje pasar aunque sea una poquita de hierba, pot o weed, como le llaman ellos a la mota.
Si su gobierno no sacia esa sed incontrolable de sustancias alucinógenas de sus ciudadanos, pasará lo que describe la película “12 horas para sobrevivir” o quizá peor.
La orda de adictos saldrán a la calle para buscar y conseguir a como dé lugar aquello que tanto disfrutan.
Y si no lo consiguen con los dealers y distribuidores, sembrarán su propia yerba, sin duda alguna.
Porque, a ver. En Estados Unidos hay más corrupción que en México. Diría yo que nuestros políticos son niños de pecho comparados con los gringos.
Es un imperio, y como en todo imperio se hace lo necesario para guardar el stato quo, desde asesinatos hasta desapariciones.
¿Quién distribuye la droga en todo el territorio norteamericano? Seguramente no los cárteles mexicanos, sino su propia cadena de distribución, con sus dealers, sicarios y capos.
¿Alguien sabe el nombre de algún capo norteamericano? ¡Exacto! La corrupción allá es tal, que las cabezas siempre permanecen en las sombras, no como en México que hasta les gusta que les hagan corridos.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “¡Ouch, progenitora, los bóvidos; unos moteados y otros pardos!” (¡Ay, mamá, los toros; unos pintos y otros moros!)