Hace unos diez años o un poco más, cuando el connotado economista Alberto González Káram ocupaba un cargo en la Delegación Regional de Caminos y Puentes Federales de Ingresos (CAPUFE), solía decirme que en poco tiempo habría una sola moneda para todos los países del Continente Americano, llamada Amero.
Eso, en respuesta a la unificación monetaria que sufrió la Unión Europea en 1995, que cristalizó en una moneda común: El Euro.
A la fecha, 20 de 27 países de Europa usan el Euro como dinero corriente.
Recientemente, una fuente financiera reconocida habló de la inminente creación del Amero, pero solo para México, Estados Unidos y Canadá, no para el resto del continente.
Como lo decía mi amigo Alberto González Káram, el Amero tiene tiempo de estar en la mente de los gringos como una forma de competir con el Euro y otras monedas fuertes del mundo.
En Internet, si tecleamos la palabra Amero, nos aparecen incluso fotografías de diferentes acuñaciones de monedas, sobresaliendo la versión donde se ve una águila sobre una sección del globo terráqueo con una parte del continente americano. A la derecha, una letra “A” mayúscula y la leyenda “1/2 Oz Troy” y el valor de 50 ameros, en plata .999.
Hablando de política monetaria, en las últimas semanas se ha hablado mucho del “super peso”.
En realidad, no es que esté fuerte nuestra moneda, sino que el dólar y otras divisas han perdido algo de terreno y el modesto “varo” mexicano ha resistido los embates.
El peso fue fuerte durante muchos años, cuando se acuñaban las preciosas monedas de oro y plata.
Cuando yo era un Pegaso chaval, esas piezas ya casi estaban en desuso y lo que había eran unos tostones y pesos grandotes.
Cuando vivía en la capirucha, mi padre solía alejarse unos pasos, antes de irse al trabajo, y nos arrojaba rodando algunas de esas monedas a todos los chiquillos de la familia que íbamos a despedirlo.
En el sexenio de Luis Echeverría, el valor del peso frente al dólar era de 12.50, pero a partir de entonces, ha habido una devaluación tras otra y con ello, el tamaño de las piezas se ha reducido hasta casi desaparecer.
Incluso se han creado palabras para referirse a las minúsculas moneditas de 50 y 20 centavos: Bilimbique.
Yo, Pegaso, aún estoy en la creencia que es mejor ganar dólares y gastar en pesos, que ganar en pesos y gastar en dólares.
Lastimosamente esto último es lo que sucede en esta frontera. Nomás juntamos unos cuantos “cueritos de rana” e inmediatamente nos vamos a gastarlos a los outlets.
Yo lamento, sí que lamento mucho, que López De Santa Ana no les entregara unos cuantos kilómetros más al sur a los norteamericanos, como resultado de aquella nefanda guerra. Ahorita todos los que estamos aquí seríamos gringos.
Hablando en serio, pienso que en los próximos años, si no en este mismo, iniciarán los acercamientos entre los tres países, México, Estados Unidos y Canadá, para ahora sí adoptar el Amero como moneda común.
Bien harían mis amigos Jorge Arano, Juan Carlos Flores “El Todoterreno” y otros coleccionistas de monedas antiguas, de guardar todos los centavitos que traigan en la bolsa, porque a lo mejor dentro de varias décadas tendrán un elevado valor numismático.
Cierro mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Mi condición no es la de pequeña acuñación de metal áureo”. (No soy monedita de oro).