Thursday, October 16, 2025

Al Vuelo-¡Animales!

Por Pegaso
La vida para los animales de crianza no es nada fácil. Según el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, el Hombre ha hecho del mundo un infierno para nuestros compañeros peludos y emplumados.
¿Cuántas veces se ha denunciado las crueles prácticas que utilizan empresas como McDonald para obtener la carne de pollo y res para sus hambrientos comensales?
En una granja a gran escala, las vacas y cerdas viven en pequeños espacios que solamente les permiten moverse unos cuantos centímetros. Permanecen paradas todo el día. Cuando paren a sus hijuelos, inmediatamente son separados de ellas, lo que les provoca un gran estrés y sufrimiento.
De igual manera, las gallinas y demás aves de corral son sometidas a procesos industriales que más parecen tormentos crueles.
Aunque las religiones dicen que los animales no poseen alma ni sentimientos, la experiencia nos indica que una madre gallina siempre defiende a sus polluelos y una madre vaca hará lo imposible para que su becerro sobreviva.
Y cuando son separadas de ellos, muchas veces se nota la tristeza en su mirada, aunque nada puedan hacer para evitar el triste destino.
Si el cerebro del ser humano gestiona los impulsos eléctricos que dan lugar a los pensamientos y emociones, se puede esperar que los cerebros animales tengan la misma función, aunque en menor medida, dependiendo del volumen y la cantidad de neuronas que posean.
De esta manera, tendremos que dar la razón a Schopenhauer, el filósofo pesimista cuando asegura que el hombre es el lobo del hombre, pero también de los animales que depreda.
Y es que los humanos, con la práctica de la agricultura y la ganadería cambiamos las reglas del juego.
Lo normal es que haya depredadores y presas, porque la Naturaleza suele ser cruel, pero justa. La evolución ha propiciado una carrera armamentista entre ambos. Mientras los depredadores desarrollan garras y dientes más filosas, la presa adquiere cuernos y velocidad para su defensa.
Por el contrario, el Hombre mantiene en cautiverio a muchas especies de animales para su propia comodidad. Cuando tiene hambre, va y toma un cordero para prepararse un delicioso puchero.
En la película Babe: El Puerquito Valiente (B abe: The gallant Pig, por su título original en inglés. Estrenada en 1995. Director: Chris Noonan. Protagonistas: James Cromwell, Magda Szubansky, Christine Cavanaugh y Miriam Margolyes), el protagonista, un pequeño cerdo de una granja se niega a ser convertido en jamón y aspira a ser un perro ovejero.
Cada día el amo se lleva un animal y este ya no regresa, lo que alimenta el rumor de que éste los mata y se los come.
Sabiendo que a los perros no los engullen, sino que los consienten porque su único trabajo es guiar a las ovejas a pastar y a regresar al corral, Babe decide convertirse en un perro ovejero, y lo logra, gracias a la ayuda de Ma, una vieja oveja y a Fly, una perra Collie.
Al final, Babe se convierte en el primer cerdo ovejero y salva el pellejo.
Pero esa fábula no se aplica para miles de millones de animales que diariamente son sacrificados de la manera más cruel para saciar nuestro apetito.
Hay quienes abogan por utilizar en la industria cárnica métodos menos crueles y evitar hasta donde sea posible el sufrimiento de los animales en cautiverio.
Gracias a esa idea, gracias a Schopenhauer es que existe el vegetarianismo y el veganismo, porque muchos, al engullir un delicioso chuletón, nos ponemos a pensar el nivel de sufrimiento que la pobre vaca tuvo que pasar antes de llegar a nuestra mesa, convertida en filete.
Esperando no haberles estropeado su desayuno a mis dos o tres lectores, los dejo con el refrán estilo Pegaso: “¡De músculo lingual engullo una oblea elaborada con masa de maíz o trigo envuelta sobre el alimento!” (¡De lengua me como un taco!)
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