No soy arúspice, oraculero, pitoniso, augur, nigromante, mago, astrólogo, profeta o vate, pero desde hace tiempo había pronosticado que cada crimen que se comete en el país sería más atroz que el anterior.
Comento esto porque recién veía en la pantalla plana idiota, más precisamente en el programa de Mónica Garza, cómo la organización llamada “Causa en Común” ha puesto el dedo sobre el renglón e hizo notar que en México solamente se contabilizan los delitos en distintas categorías, como dolosos, imprudenciales, con arma blanca, con arma de fuego, etc.
Pero no existe una categorización sobre la intensidad de tales crímenes, como una especie de termómetro que indique desde el menos alevoso hasta el que demuestre más saña.
“Causa en Común” hacía mención, por ejemplo, que los últimos crímenes, como el de Luz Raquel Padilla, deben clasificarse como “atrocidades”.
Hace varios años, en esta misma columna, hablaba yo de la forma en que ha evolucionado la forma de matar personas.
Allá, por el 2005 apareció una mujer joven todavía viva con las extremidades cortadas y en ese entonces pensé que se trataba de un montaje, ya que no imaginaba que fuera real semejante barbaridad.
Hoy, casos como ese son para niños de pecho.
Los delincuentes, organizados o no, ahora prenden fuego a sus víctimas, las despellejan vivas, se comen su corazón y hasta hacen carnitas con ellas.
El Diccionario de la Lengua Española define la palabra “atrocidad” como: Crueldad grande, dicho o hecho muy necio o temerario, error o disparate grave..
El diccionario de etimologías cita que “atrocidad” viene del latín atrocitas y significa “cualidad de cruel, grave, pésimo”. Sus componentes léxicos son: atrox (terrible, funesto, cruel, horripilante, inhumano) más el sufijo –dad (cualidad).
Yo apoyo la moción de “Causa en Común”. Debe haber un crimenómetro, pero además, se debe modificar la ley penal que permita no solo quitar a una persona sus derechos ciudadanos, sino quitarle, asimismo, su calidad de ser humano.
Porque, estarán de acuerdo conmigo mis dos o tres lectores, una persona que delinque continuamente, que mata, que viola, y que comete atrocidades, ya no puede llamarse humano, porque ha renunciado a esa cualidad.
Se critica mucho a las organizaciones pro derechos humanos porque, cuando un gobierno enjuicia a un delincuente, inmediatamente están ahí para defender sus garantías y vigilar que se les trate como a seres humanos.
Un tipo que mata a un padre de familia cae en manos de la justicia, pero en ese proceso, alega que fue detenido con abuso de autoridad. Llegan los de Derechos Humanos y por ese simple hecho, sale libre.
¿Y el padre de familia? ¡Qué! ¿No tenía derechos? Y sus hijos y esposa, ¿de qué van a vivir, si el asesino quitó la vida a quien les proveía de cobijo y alimento? ¿Dónde está la balanza de la justicia?
Pero los ombudsman y todos los que trabajan en Derechos Humanos se van a su camita y duermen el sueño de los justos, luego de cumplir con su trabajo y ganarse el pan de cada día.
Yo por eso aplaudo al Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien ha establecido un régimen de excepción en su país y ha hecho razias entre los pandilleros, criminales y asesinos que abundaban en las calles, los ha puesto a trabajar para ganarse la comida dentro de la prisión, una diaria, y los hacen dormir en el duro suelo, para que empiecen a vivir desde ahora el infierno al que sometieron a sus víctimas.
Inmediatamente, la Organización Internacional de los Derechos Humanos empezaron a graznar, diciendo que en El Salvador no se respetan los derechos humanos de los detenidos y, ¿qué fue lo que dijo mi ídolo Bukele?
-¡Vengan por ellos! ¡Se los regalo! ¿Dónde quieren que se los ponga?
Hubo un tiempo que en China agarraban a un criminal y ahí mismo le descerrajaban un plomazo en la cabeza. En países árabes se aplica el “ojo por ojo, diente por diente”, donde al ladrón se le cortan las manos y al violador…
Pero bueno, aquí, en México, por el contrario, nuestro Pejidente dice que hay que protegerlos porque también son seres humanos.
¡He ahí el kid de la cuestión! Si se legisla para que nuestras leyes también los despojen de su calidad humana, ya ni ALMO, ni el Chapulín Colorado podrán protegerlos, y los soldados ahí mismo podrán aplicarles la Ley Fuga, como si de una cacería de hienas se tratara.
Esos señores ya no son humanos. Físicamente parecen humanos, pero definitivamente, ya no lo son. Ellos solos renunciaron a serlo.