El hombre debe tener las tres F: Feo, Fuerte y Formal.
Pero a últimas fechas, como que las mujeres pretenden apropiarse también de ese estereotipo para huir del otro estereotipo que las encasilla como frágiles, delicadas, dulces, abnegadas, tiernas, candorosas, cálidas, inocentes, ingenuas y virginales.
Ya no quieren ser más como sus abuelitas y sus mamás: Ahora quieren parecerse a sus abuelos y padres.
Y así, la tendencia del 2025 que está rompiendo con todos los moldes es el de las mujeres bigotonas.
No sé de dónde surgió tan peregrina idea. No sé qué cabecita tuvo el primer pensamiento de dejarse el bigote, los pelos de la axila y los de las piernas, pero esta es una tendencia que va in creccendo, como una forma de protesta por los, precisamente, estereotipos marcados por el patriarcado y el neoliberalismo.
Por consiguiente, es una forma más de progresividad, una característica de nuestros tiempos donde todo se tergiversa. La posverdad, le dicen.
A ver, calabacitas tiernas. Nadie les impide que hagan de su cuerpo un papalote. Sin embargo, las características sexuales secundarias del animal que conocemos pomposamente como Homo sapiens establecen una diferenciación entre la hembra y el macho.
Hasta ahora, solo entre el resto de los animales existe la característica de que es el macho el más bello, el más llamativo y el más hermoso.
Por ejemplo: El pavo real. El macho posee una larga cauda multicolor que la despliega para atraer a la hembra. En cambio, la hembra tiene un plumaje gris opaco.
El león tiene una gran melena, que lo hace lucir imponente. La leona no.
Entre las aves, es el macho el que despliega sus encantos y los hace lucir hermosos, lo mismo que entre los peces y en general, el resto de las especies animales.
El único que hasta ahora no cumplía con esa regla era el Hombre. Nosotros.
Varón de pelo en pecho, barba hirsuta, musculoso, alto, feo y fuerte. Ese es el estereotipo del varón humano. Es raro encontrar individuos del sexo masculino realmente bellos. Yo diría que son la excepción. Y me estoy refiriendo a bellos, con una belleza varonil, no femenil.
Pero ahora, por lo que veo y oigo, la mujer quiere también competir en eso con su contraparte masculina.
Imagínense que, eventualmente, un hombre bigotón conoce a una mujer bigotona. Surge el romance y empiezan los besos.
¿Cómo le van a hacer? Es como si juntaras dos tiras de velcro.
Hasta ahora, las mujeres bigotonas eran solo un espectáculo de circo.
Barnum, el más conocido empresario circense, presentaba diversos espectáculos para la diversión de la gente. Entre ellos, la mujer barbuda.
Creo que hemos llegado al tiempo de lo absurdo, donde el hombre quiere parecerse a la mujer y la mujer al hombre, como una forma de rebeldía, de no estar encasillado en un estereotipo marcado por la normalidad social.
Me tacharán de anticuado, pero yo prefiero que la mujer luzca como mujer y el hombre como hombre. Así, no hay posibilidad de equivocaciones.
Recuerdo con nostalgia aquella vez cuando el cantante italiano Luciano Ferro dijo que las mujeres mexicanas estaban bigotonas.
¡Ah, que escándalo se armó! Las mexicanas alzaron el grito en el cielo y el infeliz cantante fue vetado de nuestro país por atreverse a decir semejante barbaridad.
Pero eso ocurrió allá por el 2006, cuando las cosas aún estaban en su lugar.
Viene el refrán estilo Pegaso: “A mi persona, las ecuaciones prístinas y la infusión de cacao densa”. (A mí, las cuentas claras y el chocolate espeso).