Por Pegaso
¡No, no, no, no, no y nooooo!
Nadie quiere prohibir los corridos. Hay muchos corridos hermosos, como El Corrido del Caballo Blanco (Este es el corrido del caballo blanco, que en un día domingo feliz arrancara; iba con la mira de llegar al norte, habiendo salido de Guadalajara), o el de Pancho Villa (¡Cuántos cenzontles y jilgueros veo pasar!, pero qué tristes cantan esas avecillas. Van a Chihuahua a llorar sobre Parral donde descansa el general Francisco Villa).
Me gustan aquellos que se cantaron en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta con Los Cadetes de Linares, Ramón Ayala y Los Alegres de Terán, pero a decir verdad, de ahí empezó a degenerar todo el huateque, porque comenzaron a ensalzar la memoria de personas que se dedicaban al contrabando y a los pistoleros famosos: “Y así, se están acabando todos los más decididos, desde aquí se les recuerda cantándoles sus corridos. Murieron porque eran hombres, no porque fueran bandidos”.
No se pretende prohibir los corridos, sino los narcocorridos. Todo aquello que haga apología del delito o que contenga letras abiertamente misóginas.
Por desgracia, este es un género de música que crece como la espuma porque la gente gusta de él.
Es como una droga. Si no te dan la droga, sufres síndrome de abstinencia y ocurre lo que pasó en la Feria del Caballo de Texcoco, donde hasta los niños agarraron sillas y las arrojaron sobre los instrumentos musicales del grupo que no quiso cantar narcocorridos.
La pregunta es, ¿qué, no pueden o no tienen los autores la capacidad de componer corridos que no alaben a los delincuentes?
Entiendo que les pagan, pero debe haber algo en su conciencia que les diga que están mal. A veces, por eso es mejor ir a la escuela y aprender aunque sea lo básico.
Dejemos ese polémico tema. Terminemos esta colaboración con un chistorete que dice así:
Un grupo musical se fue de gira al medio oriente. En Arabia, llegaron hasta el palacio de un jeque, que prácticamente los mantuvo secuestrados.
El jeque era muy aficionado a los caballos, así que les exigió que cantaran corridos de caballos todo el día y toda la noche, si no, los mandaría a ejecutar.
Total, aquellos músicos se pusieron a cantar corridos como el del Caballo Blanco, el Siete Leguas, Caballo Alazán Lucero, El Moro de Cumpas y muchos otros.
Ya para la madrugada, se cansaron de cantar corridos de caballos. El vocalista le dice entonces al del acordeón: “Ya me cansé de cantar puros corridos de caballos. Mira, vamos a aprovechar que el jeque está dormido para cantar otro tipo de música”.
Y así lo hacen: Empezaron a cantar aquella que dice: “Conocí a una linda morenita…” En eso despierta el jeque y rápidamente el vocalista prosigue: “…que tenía un caballooooo”.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “Vegetal arbóreo que se desarrolla de manera oblicua, en ningún período de tiempo logrará su tallo leñoso erguir”. (Árbol que crece torcido jamás su tronco endereza).