Por Pegaso
“Y… ¿dónde están los capos?”, podría ser la próxima película de parodia holywoodense que nos ayude a saber por qué no se sabe quiénes son los jefes de la droga en Estados Unidos, ni la estructuras financieras, ni logísticas, ni un carajo. Es como si la droga llegara sola a los millones y millones de voraces consumidores.
He aplaudido algunas cosas a la Presidenta Claudia Shikitibum, y una de ellas es precisamente esa: Que le embarró en la jetota al Trompas el hecho de que allá está la mera mata, solo que el gobierno de su país, sea de origen republicano o demócrata, los protegen, los cobijan y trabajan con ellos.
Dijo Shikitibum: “¿A poco allá no hay capos?”
Y yo le contesto: ¡Claro que los hay, Presidenta! Solo que son respetables empresarios miembros de la cúpula del poder económico y político, los que quitan y ponen presidentes, los que ordenan guerras y generan pandemias.
Allá, en Gringolandia, puedes ser el más sanguinario criminal y nadie te molesta. Pero si cometes algún delito que llegue a los medios de comunicación, ¡despídete! Se van todos contra ti. No hay lugar en el mundo donde te escondas, porque todos los recursos de agencias como la DEA, la CIA, el FBI, la NSA, el CSS, el Departamento de Defensa, el NORAD y la USAF, con todos sus agentes que dejan a James Bond como niño de pecho, te encontrarán tarde o temprano, te desaparecerán, quemarán tus documentos, borrarán todo registro de ti y será como si jamás hubieses existido.
No. Los capos de Estados Unidos gozan de un manto de invisibilidad y son intocables. Nadie los conoce. A ver, como dijo la Señora Presidenta: “Díganme el nombre de uno de ellos”.
¡No! ¿Verdad? Y sin embargo, sabemos que en cada cuadra de cada ciudad de cada Estado de ese país hay un dealer que vende yerba a estudiantes, a jefes de familia, a venerables ancianos. De eso se trata el estilo de vida norteamericano.
Yo digo, exagerando tal vez un poco, que en ese país hasta los niños ya vienen al mundo fumándose un churro.
Vean las películas que producen. El 99.99999% mencionan el consumo de drogas como algo natural.
Una de las amenazas que hizo durante su campaña el hoy candidato electo, El Trompas, es que mandará soldados y arrojará bombas a los enclaves de los narcos mexicanos.
A diferencia de su país, aquí si los conocemos, porque no son empresarios, sino sujetos que se han abierto camino a punta de madrazos y derramamiento de sangre.
Aquí, en lugar de querer pasar desapercibidos y hacerse invisibles, se mandan a hacer corridos, mandan matar agentes de la DEA u ordenan masacres como si se tratara de un jolgorio de rancho.
Y aquí les va un ejemplo: El corrido de Caro Quintero, interpretado por los famosísimos Invasores de Nuevo León:
Diez agentes federales
le formaron la custodia
por ser un gallo muy fino
nacido allá, en Sinaloa.
De esos no nacen a diario
y el que nace, no se logra.
Ya les canté su corrido
del señor Caro Quintero.
¿Cuándo ha oído alguien el corrido de John Smith, o de Fred Wilson?
A ver:
Ten federal agents
they guarded him
because is a fine rooster
was born there, in Sinaloa.
Those are not born every day
And the one who is born does not survive.
I sang the runed song
of mister John Smith. (Cántese al ritmo de Los Invasores).
Así pues, que no me vengan con que no hay capos, si sabemos que en todo territorio gringo no se mueve una hoja si no lo controla la gran mafia conocida como Sindicato del Crimen.
El Sindicato del Crimen es el gobierno que está detrás del gobierno. Es el que controla la distribución y venta de estupefacientes de todo tipo, desde la popular marihuana, hasta el mortal fentanilo, y es la que vende armas a las repúblicas bananeras, como la de nosotros, para que aquí nos partamos la madre por migajas.
Sí. Porque mientras allá el pastel es de billones de dólares, aquí es de apenas unos cuantos pinchurrientos milloncejos.
No digo más, porque después seré sujeto de interés para todas las agencias arriba enumeradas. Mejor los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice así: “En aquel sitio se ubica el verdadero matojo”. (Allá está la mera mata).
P.D.: Matojo, en inglés, se traduce como bush.