Desde hace más de tres mil años funciona en La India un bien estratificado sistema de castas. Están los brahmanes, que son los sacerdotes y profesores, los kshatriyas, guerreros y gobernantes, los vaishyas, que son los granjeros y comerciantes, los sudras, que son los obreros y los dalits, que son los parias sociales, barrenderos y limpiadores.
Estos últimos integran la casta más baja, la más pobre e ignorante, la que vive solo con unos mendrugos de pan al día y que no tienen ni la más remota esperanza de mejorar sus condiciones de vida.
Es una pirámide donde los más pobres son la inmensa mayoría, luego siguen los obreros, comerciantes, gobernantes y sacerdotes, en ese orden de importancia.
México, con el actual sistema de gobierno, es una pirámide volteada al revés, donde la gran mayoría que son los pobres, ahora son la casta privilegiada, y más abajo se ubica la clase media y los grandes empresarios.
Yo ya me considero como miembro de la casta privilegiada de pobres. El Pejidente ALMO y el sistema sociopolítico que inventó, tiene como base y sustento a los pobres.
Si no fuera por los pobres, que representan la mayoría de votos, no hubiera existido un proyecto de continuidad. Se les da a los pobres una serie de apoyos para garantizar su agradecimiento y para mantenerlos atados moral e ideológicamente.
A mí todavía no me dan ni un cinco de la pensión de adulto mayor, pero cuando cumpla 65 años, haré el trámite correspondiente para que me llegue mi pizcacha, aunque sea para las medicinas.
Si ahorita te dan 6 mil pesos bimestrales, creo que cuando yo llegue a esa edad ya serán por lo menos 50 mil pesos cada dos meses.
Como integrante de la casta privilegiada de los pobres, ya me siento superior a los infelices ricachones que tienen tanta lana que no saben qué hacer con ella.
¡Fuchi, caca!-como dijo una vez el Cabecita de Algodón y que desde aquel momento fue el apodo que fifís y neoliberales le endilgaron.
Antes, cuando pasaba frente a mí un individuo entacuchado, con relucientes zapatos y una cartera repleta de billetes, como que me acomplejaba.
Hoy, sin embargo, con este nuevo sistema de castas a la mexicana, no tengo por qué bajar la cabeza. Por el contrario, como decía el siempre recordado Carlos Ibarra, “ya los veo como a los conejos, orejones y pendejos”.
Ya lo decía José Alfredo Jiménez: “Voy camino por la vida, muy feliz con mi pobreza; y aunque no tengo dinero, tengo mucho corazón”.
Todo este tema me hace recordar un cuentecillo que oí en cierta ocasión.
Lo único que cambiaré, para hacerlo más actual y cercano a nosotros, es el personaje central, que en el cuento es Robin Hood, pero que en esta simpatiquísima versión será ALMO.
Bien. Iba por el camino una lujosa diligencia, repleta de oro y joyas. Dentro del compartimento de pasajeros iba un rico mercader con su esposa e hijos.
Repentinamente, el cochero detiene los caballos, porque delante de ellos, tapando el camino, se encontraba Robin H… perdón, ALMO con todos sus secuaces.
-¡Alto!-les grita. Yo soy ALMO, justiciero del pueblo. Quito sus riquezas a los ricos y se las doy a los pobres.
Obligado, el mercader baja de la diligencia todas las riquezas que traía y las pone delante de ALMO.
Confiscadas las joyas, el mercader puso cara de puchero y empezó a llorar a moco tendido, junto con su consorte y sus vástagos: “¡Buaaaaa! ¡Ahora somos pobres!”
Contesta el justiciero:
-Yo soy ALMO. Quito a los ricos para dar a los pobres. Tenga toda esta riqueza, buen hombre.
Entonces, loco de alegría, dice el mercader: “¡Yupiiii! ¡Soy rico de nuevo!”
Y ALMO:
-¡Alto! Soy ALMO, quito al rico para dar al pobre… Y así, la escena se repite indefinidamente.
Ser pobre ahora es un lujo. No importa que no tenga más que un par de zapatos, un pantalón viejo, una camisa toda percudida y una olla de frijoles para comer. Lo importante es que ya estoy a mero arriba de la pirámide de castas en nuestro muy querido Mexicalpan de las Tunas.
Viene el refrán estilo Pegaso: “Individuo que viene al mundo con el objetivo de ser porción de maíz nixtamalizado cocido y relleno, del firmamento le descienden los folios”. (El que nace pa’ tamal, del cielo le caen las hojas).