Thursday, October 30, 2025

Al Vuelo-Cueva

Por Pegaso
Dos compadres salieron de su pueblo con rumbo a otra comunidad rural donde se realizaría un animado baile.
Iban a lomo de caballo, así que la jornada se prolongó durante varias horas. Atravesaron la serranía y el denso bosque hasta llegar a su destino, en horas de la tarde.
Acomodaron sus caballos frente a un abrevadero y se dirigieron a la plaza donde un grupo amenizaba el jolgorio. Vieron a unas chicas sentadas en una banca y las invitaron a bailar.
Y así, se fue el tiempo.
Cerca de las once de la noche, ya con unas copitas de más, uno de ellos vio su reloj de pulsera y le hizo una seña con la ceja a su compañero.
-Compadre-dijo. Ya es hora de regresar al pueblo. Acuérdese que tenemos que llegar temprano a la labor.
-Pues sí, compadre. Vamos por los caballos.
Llegaron a donde estaban los corceles y se acomodaron sobre ellos para iniciar el regreso. Entre broma y broma, entre canto y canto, llegaron hasta aquel espeso bosque donde, según las leyendas locales, solían espantar a los viajeros que se aventuraban de noche.
Paso a paso recorrieron el tortuoso camino, unas veces subiendo una loma y otras, de bajada.
De pronto, el cielo se nubló y gruesas gotas de lluvia empezaron a caer, presagiando la tormenta.
Los compadres, aún bajo los efectos del alcohol, apresuraron el paso de sus cabalgaduras para buscar un refugio.
-Mira, compadre-dijo uno. Ahí hay una cueva.
Y hacia allá se dirigieron. Ya empezaba a caer fuerte la lluvia cuando por fin se introdujeron en la cavidad natural que ofrecía aquel promontorio rocoso.
El frío los atenazaba, así que sacaron sus gabanes para cubrir su cuerpo. Afuera, los relámpagos iluminaban la entrada de la cueva, proyectando las sombras de los árboles vecinos.
Fue entonces cuando escucharon un sonido como de pasos.
Creyendo que se trataba de otros paisanos igualmente apurados por la lluvia, Fulgencio (así se llamaba uno de los compadres) quiso salir a ofrecerles refugio, pero el otro lo detuvo.
-¿Y qué tal si son bandidos?
Se quedaron quietos, sin hacer ningún sonido, mientras los pasos se acercaban.
En eso, los de afuera empezaron a discutir.
Pronto aquel intercambio de palabras ininteligibles y groserías pasó a las armas. Desde dentro de la cueva se escuchaba el choque de los machetes y los gritos destemplados de los pendencieros.
Un relámpago proyectó su sombra en la pared de la caverna, pero no eran sombras normales. Tenían cuernos y patas de cabra.
Espantados, los tipos se abrazaron fuertemente y el humo del alcohol se disipó como por encanto.
-¿Qué hacemos, compadre?-dijo Chon, que así se llamaba el otro.
Los ruidos metálicos cesaron repentinamente.
Afuera, se escuchó la voz de uno de los diablos que decía:
-¡Vámonos!
-¿A dónde?-respondió el segundo.
-¡A la cueva!
RELATED ARTICLES

Más Populares