Desde el 17 de octubre de 1953, cuando la Constitución reconoció por primera vez el derecho de la mujer a votar, la ley electoral mexicana ha sido cada vez más incluyente.
En el ámbito electoral se conocen como acciones afirmativas aquellas que buscan garantizar la participación de las minorías en cargo de elección popular.
Por ejemplo, durante muchos años la participación de la mujer era mínima.
En las modificaciones a la Ley Electoral se aplicó la cuota de género, donde, en la actualidad, es obligatorio que cada partido postule al menos el 50% de mujeres.
Pronto vinieron también otras “cuotas”, como la de jóvenes, la de los indígenas, de la diversidad sexual y últimamente, de los migrantes.
Pero yo pregunto: ¿Cuándo habrá una cuota para la gente pobre? ¿Es que los pobres solo tienen derecho a votar pero no a ser votados?
Hasta hace medio segundo-como decía el finadito Carlos Ibarra- en los partidos grandes como el PRI, el PAN y MORENA resulta prácticamente imposible que una persona pobre, sea hombre o mujer, sea postulada para Gobernador, Alcalde, Senador o Diputado Federal.
Si bien le va a algún peladito de barrio, se le postula como diputado local, pero son los menos.
Primero, porque las candidaturas se venden, y ningún pobre va a tener dinero para comprar una candidatura que le costará varios millones de devaluados pesos.
Segundo, que ya teniendo la nominación, los gastos de campaña son estratosféricos. Hay prerrogativas, pero esas se quedan en los bolsillos de los líderes. A los candidatos les llegan migajas y tienen que hacer pacto con el diablo para poder pagar todo lo necesario para hacer una campaña modesta.
Tercero, que teniendo la candidatura y algo de dinero para los gastos de proselitismo, difícilmente va a competir contra los empresarios, líderes sindicales y caciques podridos en dinero.
Por lo tanto, el pobre, aunque pertenece a la apabullante mayoría jamás va a tener oportunidad de llegar a puestos de elección popular, lo que contraviene la Constitución porque se trata de una ley general, igual para todos los mexicanos.
Como consecuencia, si ya existe la cuota de género, la cuota de juventud, la cuota de etnias, la cuota de diversidad sexual y la cuota de migrantes, ¿por qué no establecer una cuota de pobreza?
¿Qué tal si se obliga a los partidos a que al menos el 10% de sus candidatos sean pobres, pero pobres en serio?
Que vayan, que busquen a un pepenador, a un limosnerito, a un campesino, a un borrachales, a una madre divorciada en extrema pobreza o a quien sea que mediante un estudio socioeconómico se compruebe realmente su condición de miseria.
Por lo menos, esa persona durante 3 o 6 años podrá hacer sus tres comidas al día, llevar beneficios a su familia y aportar algo a los de su condición social.
Los pobres, a la fecha, solo se utilizan como fábrica de votos. Se les dan migajas para mantenerlos leales y garantizar el triunfo electoral.
De los actuales diputados y senadores, ¿quién dice yo para impulsar esta cuota de pobreza, esta nueva acción afirmativa?
Dudo mucho que lo tomen siquiera en serio. Es más fácil que legislen para que haya una cuota, por ejemplo, de personas que se creen vacas o caballos, que dar a los pobres la oportunidad de llegar a una curul. ¿O me equivoco?
Viene el refrán estilo Pegaso: “Abstengámonos de solicitar frutos del género Pyrus al árbol del género Ulmus”. (No hay que pedirle peras al olmo).