Era el año de 1982.
Aquella vieja estación del tren fue testigo mudo de una amarga y triste despedida.
Ella abordó el vagón, repleto de personas, mientras él se quedó cabizbajo en el andén.
-¿Por qué tienes que marcharte, amor mío?
-No te lo puedo decir. Sabes que me duele tanto como a ti, pero debo llegar a mi destino.
Al decir esto, las lágrimas brotaron de sus bellos ojos grises, mientras el convoy empezó a retirarse lentamente, primero, y luego con mayor rapidez.
Él siguió caminando, en un inútil intento de detener el tiempo.
-¡Búscame en mi féis!-alcanzó a escuchar por última vez su dulce voz.
-¿Qué la busque en su féis? No lo entiendo.
Pasaron los años, las décadas y vino el cambio de siglo.
Aquel hombre, ya con sesenta años a cuestas, se encontró una vieja fotografía de su amada que alguno de sus antiguos compañeros de la escuela subió a su muro de Facebook.
-“¡Búscame en el féis!”-volvió a resonar en su memoria la entrañable voz.
Emocionado, tecleó las letras de su nombre.
Sí, ahí estaba ella, tal como la conoció: Joven, bella, hermosa, con aquellos ojos grises y expresivos.
-¿Qué hago?¿Le envío un inbox?
Movió la cabeza resignadamente y de sus ojos brotó una candente lágrima, como aquella vez en el andén de la vieja estación del tren.