Por Pegaso
Siempre lo he dicho: Hubo dos personajes que hacían reír de verdad a los televidentes en el programa llamado “El Chavo del Ocho”.
Ellos eran, por supuesto, “Kiko” y “Don Ramón”.
Si no salían ellos, el programa era una basura.
Todos veíamos la serie cómica para reírnos de los cachetes de “Kiko” y las desventuras de “Don Ramón”.
Ni “El Chavo”, ni “La Chilindrina”, ni “Doña Florinda”, ni el “Señor Barriga”, ni el “Profesor Jirafales”, ni mucho menos “La Bruja del 71” tenían tanta gracia como ese par.
Tal vez por esto empezó a deteriorarse la relación entre Carlos Villagrán, intérprete del cachetón y Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, quien personificaba a “El Chavo” y era el genio tras las ocurrencias de cada uno de los personajes.
Vi un video del “Profesor Jirafales”, Rubén Aguirre, quien dice que Carlos Villagrán comenzó a pensar que él era la estrella principal del programa, cuando en verdad todo se lo debía a “Chespirito”.
Villagrán dijo adiós a la serie pensando que podía triunfar solo, pero no fue así. En cada nuevo proyecto, fracasó rotundamente porque, según el “Profe Longaniza”, el éxito estaba en todos ellos, no en uno solo.
Incluso “Chespirito” tampoco pudo triunfar por sí mismo, sino como parte de un todo.
Todo iba de maravilla. Florinda Meza “Doña Florinda” coqueteaba con todos. El primero al que le aflojó el tesorito fue a Carlos Villagrán, romance que duró algunos años hasta que después le guiñó el ojo al mismísimo Roberto Gómez Bolaños, a la sazón, casado y con hijos.
Pero eso no le importó a la vieja chancluda e hizo todo lo posible hasta que logró su cometido: Convertirse en la esposa del supercomediante, como él mismo acostumbraba a nombrarse.
Pero analizando cada personaje de “El Chavo del Ocho”, he de decir que el niño pobre de la vecindad no podía competir con el simpatiquísimo “Kiko”.
“El Chavo” pecaba de ramplón, soso y hasta forzado en sus chistes.
“La Chilindrina”, por su parte, no era nada simpática, pero sí algo odiosa.
Ni se diga de “Doña Florinda”. Su personaje, una viuda que pretende ser de la alta sociedad, pero que vive en una vecindad paupérrima gracias a la pensión que le dejó su esposo, es colérica y antipática.
El “Profesor Longaniza”, por su parte, lo único gracioso que hacía era equivocarse con los nombres cuando llegaba a la vecindad, o hacer corajes con los alumnos en la escuela.
Y el “Señor Barriga”, el chiste que hacía era caerse cuando “El Chavo” lo recibía con un golpe.
Hasta la fecha, cuando transmiten un capítulo de “El Chavo del Ocho”, lo sigo viendo por “Kiko” y “Don Ramón”.
En una entrevista que le hicieron a Florinda Meza, ésta dijo que “Kiko” le debía todo a “Chespirito” y que este era la estrella principal del programa.
Sí, doña Flori, por supuesto. Roberto Gómez Bolaños escribía, dirigía y actuaba, pero hay que reconocer que “el cachetes de marrana flaca” fue siempre la principal atracción. Se fue “Kiko” y como que el programa ya no fue el mismo, aunque buscaron sustituir al personaje con otros nuevos, como “Jaimito el Cartero”, sin los mismos resultados.
Total, después de chorromil capítulos, la serie cómica llegó a su fin. Muy temprano para mi gusto, porque todavía había mucho por hacer, si La Discordia y La Envidia no hubieran hecho de las suyas.
Termino con el refrán estilo Pegaso, cortesía de “Kiko”: “¡Gentuza, gentuza! ¡Ptrrrr!”. (¡Chusma, chusma! ¡Ptrrrr!).