Por Pegaso
¡Ahí está!
Sí, ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo, y no es La Puerta de Alcalá, como la famosa canción de la española Ana Belén.
Ahí está el “papa negro”, el profetizado, el que traerá al Anticristo e iniciará el Armagedón.
(Quienes me conocen ya saben que esa es una muestra de fina ironía pegasiana).
Pero sí. Con la aparición de un siniestro personaje que dice ser el nuevo Papa legítimo de la Iglesia Católica y de paso el descendiente de Mahoma, es lo que se quiere hacer pensar a la gente: Que el final de los tiempos está cerca.
Pero a otro perro con ese hueso. A mí no me pillan con toda esa parafernalia de las profecías bíblicas.
Dice un principio científico llamado La Navaja de Ockam que la explicación más sencilla es la que suele ser la más acertada.
Yo me voy por la socarronería del Ser Humano.
Hay mucha evidencia que hace suponer que se está manejando todo este asunto en las más altas esferas del poder para imponer un nuevo orden mundial, haciendo cumplir, precisamente, las profecías bíblicas, las de Nostradamus y otros augures antiguos y modernos.
No nos vayamos tan lejos: Ahí está la portada de la revista inglesa The Economist, donde se aprecian claramente algunos hechos que ya sucedieron en los primeros meses de este año y algunos que están por suceder.
Por ejemplo, en el punto del reloj que corresponde al número 6, aparece un recuadro en rojo y negro con una boca que resalta una sonrisa. Sonrisa que concuerda con la del cardenal italiano Pietro Parolin, futuro Papa.
Hollywood, con su poderosa industria cinematográfica, nos prepara para las cosas que están sucediendo y lo que va a suceder.
El Papa Negro en realidad no es un hombre de color, sino un individuo ataviado de negro, un cuate que se hace llamar Al Mahdi, descendiente de Mahoma y se proclama como el Papa legítimo, después de la muerte de Pancho I.
El tipo, con cara de actor de película gringa, fue educado en una prestigiosa institución norteamericana para hacer, precisamente, el papel de El Mesías.
Hay dos sucesos muy actuales que son casi copia fiel de películas holiwoodenses:
Este, el del Papa negro, a quien muchos ya catalogan como El Anticristo, y una serie de Netflix de reciente manufactura llamada “El Mesías”, donde un hombre que se parece mucho a la imagen que se tiene de Jesús de Nazaret, aparece en Oriente Medio y luego se traslada a los Estados Unidos, donde pone en jaque a las más grandes organizaciones de inteligencia y defensa de ese país.
El otro, la llamada esfera de Buga, una pelota de metal con diseños bien chafas, tal vez elaborados por cincel y martillo, porque se notan las imperfecciones.
Se supone que se trata de una esfera alienígena que unas buenas gentes de Colombia grabaron cuando volaba sobre el poblado de Buga, después la vieron aterrizar y fueron por ella, entregándola posteriormente a una compañía de ese país que a su vez se la regaló a nuestro charlatán de cabecera, Jaime Maussan para que la “estudiara”.
Eso me recuerda a la película Día de la Independencia II: Contraataque (Independence Day: Resurgence, por su título en inglés. Estrenada en 2016. Director: Roland Emmerich. Protagonistas: Brent Spiner, Liam Hemsworth, Jeff Goldblum, Robert Loggia, Vivica A. Fox y Judd Hirsch), donde una bola metálica es rescatada por la resistencia terrestre para hacer frente a los insectos aliens que quieren acabar con La Tierra con su navesota.
La esfera metálica resulta ser un aparato de una raza amigable, la cual es estudiada por el Dr. Okun (el Maussán de ficción), mientras la nave nodriza de los invasores comienza a perforar hacia el núcleo del planeta para llevarse todo el material que necesitan.
Entonces, cuando tienes dos elementos similares, uno de ficción y otro real que lo imita, la Navaja de Ockam dice que alguien intenta llevar lo ficticio al terreno de la realidad, para lograr un efecto similar al de las películas.
Como si nos estuvieran aleccionando o preparando para lo que ya tienen previsto: Lo que ellos mismos llaman El Nuevo Orden Mundial.
¡Ahhh, pillines! Los descubrí.
Chútense el refrán estilo Pegaso, cortesía del Dr. Alfonso Morales que a la letra dice: “¡Cuán temerario, individuo con denominativo Rivera!” (¡Qué bárbaro, Rivera!)