Por Pegaso
“¡Ay, Papantla! Tus hijos volan”. Es un dicho muy popular, cuando alguien quiere hacer énfasis en una situación que le proporciona un dejo de orgullo.
Pero ahora es algo literal, porque en un festejo que se realizaba en la comunidad El Águila, en el municipio de Tihuatlán, Veracruz, los cinco integrantes de este conocido y ancestral ritual cayeron al suelo desde 20 metros de altura, cuando el largo madero se venció al estar desgastado por el uso.
Como era de esperarse, los cuatro hombres que se colgaron de los pies con una soga mientras un quinto danzaba con una chirimía y un tamborcito en lo alto del palo, sufrieron lesiones graves.
Recién se dio a conocer una opinión que subió a sus redes sociales la influencer gringa Alexandra Speacks, quien al ver ese espectáculo en una visita a México, se sorprendió y se indignó por la falta de seguridad en su realización: “¿Dónde está la protección?-dijo. ¿Dónde está la seguridad? Esto es una locura. Me estresé muchísimo viéndolo”.
Y alguien por ahí, defendiendo nuestras tradiciones, respondió: “Los Voladores de Papantla no son un espectáculo, es una ceremonia con más de dos mil años de historia. Es una ofrenda a los dioses que representa los elementos: Aire, viento, fuego y agua. Hay que informarse antes de opinar”.
Y ¡cuásss! El tiempo le dio la razón a la influencer.
Durante una reciente visita que hice a la Ciudad de México, precisamente el 27 de marzo, cuando Reynosa fue azotada por una fuerte tormenta (por cierto, estando en el Museo de Antropología me quedé largo rato viendo a Tláloc, dios de la lluvia, como presagiando que algo no andaba bien en mi terruño), caminé por uno de los pasillos exteriores donde, precisamente, se realizaba el espectáculo de los Voladores de Papantla.
No me quise quedar a verlos porque también a mí me dan “ñáñaras” ver que solo están colgados de una reata sin más protección que sus huaraches.
La situación es esta: Sí. Es un ritual muy antiguo, pero los cuates que lo hacen son de carne y hueso.
Hace siglos les valía madre la seguridad, porque aún se vivía en una época bárbara, pero a la fecha cada uno de ellos tiene una familia que alimentar y ya no es tan necesario que se obvien las medidas de seguridad requeridas, como en todo trabajo de riesgo.
Por lo anterior, considero que se debe exigir el uso de arneses que les permitan evitar lesiones serias en ese tipo de caídas.
Aunque se sabe que en esta ocasión no fueron las cuerdas, sino el mal estado del mástil lo que provocó la tragedia. Pero de cualquier forma, a estas alturas no hay que hacerle al valiente y debemos recordar que las cosas no ocurren hasta que suceden.
Yo me quedó anonadado, patidifuso, estupefacto y algo apendejado cuando veo a individuos que se avientan desde altas montañas o enormes precipicios, exponiendo su vida. ¿Qué necesidad hay de eso? ¿Qué pretenden demostrar?
Caso muy diferente es el de los Voladores de Papantla, que lo hacen para ganarse la vida y no por diversión o deporte.
De cualquier manera, el incidente se hizo viral, porque se ve cómo va cayendo el pesado madero y con él, los cinco miembros del performance, hasta que dan con toda su humanidad en el duro suelo.
Un precedente para que en lo sucesivo, quienes quieran realizar este ritual afiancen bien el palo o se pongan de perdida un paracaídas.
Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “Restablécete, restablécete, pequeña cauda de batracio”. (Sana, sana, colita de rana).