Prepárense, porque después de las Olimpiadas vienen las Paralimpiadas, donde compiten atletas minusválidos.
Y ahí sí, México es potencia mundial.
Vean esto: En las 13 ediciones de los Juegos Paralímpicos, México ha obtenido un total de 311 medallas, de las cuales, 104 son de oro, 92 de plata y 115 de bronce.
En contraste, en los 25 Juegos Olímpicos en que ha participado, incluyendo el de Francia 2024, solo ha logrado 78 medallas, de las cuales, 13 son de oro, 27 de plata y 38 de bronce.
Los máximos medallistas mexicanos olímpicos a lo largo de esas 25 participaciones son: Joaquín Capilla (4), Humberto Mariles (3), Rubén Uriza (2), Raúl González (2) y Paola Espinosa (2).
Una pobre cosecha si recordamos que tan solo el nadador de Estados Unidos, Michael Pelps ha ganado 28 él solito, de las cuales, 23 son de orégano, seguido de la gimnasta rusa Larisa Latynina, con 18 y Nicolai Adrianov, también gimnasta ruso con 15 preseas.
El pobre rendimiento de México en las Olimpiadas se debe a la falta de apoyo del gobierno en las distintas disciplinas y a la carencia de instalaciones de alto nivel para su entrenamiento.
Además, muchos tienen que andar pidiendo coperacha entre los cuates o vendiendo chácharas en el trabajo para sacar lo suficiente para el pasaje.
-Pe-, pe-, pero Pegaso-diría uno de mis dos o tres lectores. Los atletas paralímpicos tienen las mismas limitaciones y ganan muchas más medallas que los vaquetones que poseen sus facultades físicas intactas.
Al respecto, tengo una teoría. El desempeño deportivo es un reflejo de la real condición mental de nuestros atletas y extensivamente, de todos nosotros como sociedad.
Por ejemplo, y hago la comparativa con el futbol.
Cuando un mexicano tira un penalti, la portería le parece chiquititita y el portero contrario le parece un pulpo gigantesco que tapa hasta el último rincón.
Pero cuando a un portero mexicano le toca parar el penal, ve su portería enooorme y al tirador del equipo contrario con unas piernas más grandes que las de Hulk.
Resultado: Siempre nos ganan en series de penalties.
Ya he dicho que los mexicanos somos menos peores en deportes donde se dan chingadazos, como el box o el tae Kwon do, porque nos calentamos con cualquier mentada de madre.
Así, para envalentonarse y tener la adrenalina a tope, los competidores de nuestro país, cuando escuchan a un chino, a un gringo o a un japonés, se imaginan que le están mencionando a su sacrosanta mamacita y entonces sí, se le lanzan con todo para ganar.
No vamos a ser nunca campeones mundiales en velocidad, en fuerza bruta o en habilidad con el balón mientras sigamos teniendo mentalidad de minusválido.
Deberían aprenderles a los atletas paralímpicos, que tienen mentalidad de gigantes.
O platiquen con ellos. Seguramente les darán más de una lección.
Viene un chistorete picante de minusválidos. Si usted no gusta de este tipo de sicalípticas narraciones, tápese los oídos:
Iba un manco caminando trabajosamente por una acera, cuando vio venir a una despampanante rubia de cromosomas XX (o sea, que era una mujer real).
Torneando los ojos y tusándose el bigote le dijo: A dónde tan solita, chula.
En respuesta, la chamacona le espetó: ¡Cojo feo!
Y el gañán contestó: No te preocupes, mi alma. Yo te enseño.
Quédense con el refrán estilo Pegaso que dice así: “Es más valiosa astucia que brío”. (Más vale maña que fuerza).