Monday, December 23, 2024

Al Vuelo-Pecados

Por Pegaso

Mucho se ha dicho y se ha escrito en torno a la serie cómica de televisión creada por Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, conocida como “El Chavo del Ocho”.

Desde duras críticas por el plagio de obras musicales, como “La danza turca” de Mozart (Turkish march, por su título en inglés), que después fue reinterpretada por Jean Jackes Perrey y la denominó “Los Elefantes no tienen memoria” (The elephants never forgets, por su título en inglés), hasta teorías de conspiración para mantener alejada la mente de los mexicanos mientras se consumaban escandalosos robos a la nación por parte de la élite privilegiada.

Pero lo que más me llama la atención es cuando dicen que los personajes de “El Chavo” en realidad representan a los 7 pecados originales:

El personaje principal, EL CHAVO DEL OCHO, representaría la GULA, ya que siempre tiene hambre y le encantan las tortas de jamón.

RON DAMÓN es la PEREZA, puesto que no trabaja ni realiza actividad de beneficio alguno.

DOÑA FLORINDA, la IRA. No se puede controlar y siempre se desquita con Ron Damón.

El PEOFESOR JIRAFALES, la LUJURIA, porque quiere que doña Florinda le entregue el tesorito.

EL SEÑOR BARRIGA representa la AVARICIA, por ser el rico entre los personajes de esta comedia.

LA CHILINDRINA es LA SOBERBIA, porque se cree más inteligente que los otros niños de la vecindad.

QUICO es la ENVIDIA, porque a pesar de que es medio popof, siempre quiere tener mejores juguetes que el chavo. Si no, pregúntenle al grupo musical “Los dos carnales”, que en su canción “El envidioso”, dicen: “Acuérdense que Quico envidiaba al chavo, y no tenía nada”.

No sé si eso fue lo que quiso representar “Chespirito” como factor subliminal, pero sé, por ejemplo, que en sus diferentes programas llegaba a utilizar palabras de esa índole.

Por ejemplo, “Popis”, el nombre de uno de los personajes es una derivación de la palabra “popó”.

“Doña Nachita” es lo mismo que decir, “Doña Nalguita”, solo que de manera disfrazadona. Pero todos sabemos que las nachas son las pompas.

Cuando La Chilindrina canta: “Peluchín, chin, chin, peluchón, chon, chon, mi perrito juguetón”, en realidad no se refería a un cachorrito. Y más cuando agrega: “Y cuando lo acaricio, él se pone muy feliz. Y cuando lo acaricio él se pone muy feliz”.

¡No! Si el chimenguenchón del “Chéspiro” sabía lo que hacía y escribía.

Pero si alguno de mis dos o tres lectores cree que soy mal pensado, los invito a leer el libro “Seducción Subliminal”, de Wilson Brian Key. Todo un clásico de la publicidad. Les cambiará la forma de ver los comerciales.

Pero volviendo al tema de los pecados capitales, sobran los sitios de Internet que abundan en esa idea.

Basta irnos a cualquier buscador, como Google o Microsoft Edge y textear: “El Chavo del Ocho y los siete pecados originales”, y aparecen decenas de páginas que hablan de ello.

Cuando éramos niños jamás llegamos a imaginarnos que el contenido de ese programa, que parece tan inocente, pudiera tener semejantes matices.

Solo veíamos una vecindad algo abandonada, un barril, unas escaleras, tres departamentos, un patio y un tendedero, escenario en donde se desenvolvían la mayor parte de las chuscas situaciones que hicieron de ese programa un éxito a nivel nacional e internacional.

Pero a ver, ¿qué hacían El profesor Longaniza y la viaja chancluda todo el tiempo que estaban tomando su tacita de café? ¿Por qué Ron Damón evitaba trabajar, si su edad apenas rondaba en los 40 años? Y el Chavo, ¿por qué era huérfano?

En un libro que escribió posteriormente el propio Gómez Bolaños se dan a conocer datos adicionales, como que el verdadero nombre de El Chavo era Rodolfo Pietro Filiberto Raffaelo Guglielmi y pertenecía a una familia italiana adinerada.

En fin, podríamos pasarnos mucho más tiempo analizando ese programa y no acabaríamos. Por lo pronto, nos quedamos con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Quico: “¡Populacho, populacho, ptrrrrr!”  (¡Chusma, chusma, ptrrrrr!)

 

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