Durante mucho, mucho tiempo me he preguntado por qué la industria cinematográfica de Hollywood no ha adquirido la franquicia del super héroe mexicano por excelencia: Kalimán.
Será porque allá, en la época de los sesenta, cuando El Hombre Increíble estaba en su apogeo y la productora gringa Marvel tenía a Hulk con un epíteto parecido.
Aunque en realidad, “The Incredible Hulk” se traduce al español como “La cosa increíble”, pero Marvel decidió presentar una demanda para que Productora K, que publicaba la revista de Kalimán, dejara de usar el mencionado epíteto.
A final de cuentas, Productora K ganó el juicio en el propio territorio gringo y siguió con el derecho de seguir llamando “Hombre Increíble” a nuestro querido personaje.
Kalimán da para hacer no una sola película, sino toda una saga.
A diferencia de Supermán, Hulk, El Hombre Araña, el Capitán América, Iron Man, la Mujer Maravilla, Gatúbela, Batman y toda la retahíla de héroes de ficción producidos por la fuerte industria norteamericana del cómic y los estudios cinematográficos, Kalimán no tiene doble personalidad.
Supermán, cuando no anda volando, es Clark Kent, Batman es Bruno Díaz, Spiderman es Peter Parker, Iron man es Tony Stark, la Mujer Maravilla es Diana Prince y el Capitán América, Steve Rogers.
Kalimán siempre es Kalimán. No necesita de un disfraz para ser él mismo.
Pero, además, para justificar sus poderes no hace falta ser de otro planeta, como Supermán, recibir una dosis alta de rayos gamma, como Hulk, usar tecnología de punta como Iron Man, ser mordido por una araña radiactiva, como Spiderman o ser un dios, como Thor o la Mujer Maravilla.
No. Kalimán adquirió sus habilidades con una disciplina extraordinaria.
Desde muy chamaco fue adiestrado por monjes lamas en el dominio de la mente. Es príncipe del reino de Kalimantán, pero recorre el mundo haciendo justicia.
Por eso, la introducción del programa radiofónico era así: “Caballero con los hombres, galante con las mujeres, tierno con los niños… ¡implacable con los malvados! Así es… ¡tan, taaaaaannnnn! ¡Kalimáaaaaan, el Hombre Increíble!”
Y aunque líneas arriba dije que no necesitaba de otros atributos más que el desarrollo de la mente y el cuerpo, la verdad es que, según los cánones de su leyenda, Kalimán es el Séptimo descendiente de la Diosa Kali, lo que lo convierte en un semidiós.
Eso se nota en una de sus aventuras titulada: “El Viaje Fantástico”.
Casi al finalizar, cuando ha recobrado su fuerza luego que Poseidón le robó la juventud, se enfrenta en un duelo de titanes contra Hércules, el semidiós griego hijo de Zeus.
Aunque no logra vencerlo, se gana el respeto de las deidades y logra proseguir su viaje por la Hélade, después de deleitarnos con tan singulares peripecias.
En algo sí se parece a Batman, quien tiene a Robin de compañero.
Kalimán es acompañado siempre por un niño egipcio llamado Solín, quien resulta ser -¡acabáramos!- descendiente del último faraón egipcio.
De Kalimán se hicieron solo dos películas de manufactura mexicana: El Siniestro Mundo de Humanón y Los Profanadores de Tumbas.
En ambas fue personalizado por el actor canadiense Jeff Cooper, y el doblaje de la voz siempre fue de Luis Manuel Pelayo.
Las dos pelis fueron de lo más chafa, y el personaje estaba más flaco que Cepillín, pero del rostro sí daba el gatazo.
Recientemente se supo que la persona que tiene la titularidad de los derechos de autor estaba planeando producir una especie de presentación radiofónica y una revista, pero ya no se supo nada.
Quiero imaginarme que algún estudio de Hollywood se interese, que se haga el casting para los personajes y que el actor que encarne a Kalimán sea Brad Pitt, con Dwayne Johnson “La Roca” como Karma, el archienemigo de “El Hombre Increíble” y alguna celebridad infantil como Solín.
Termino con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Kalimán: “Individuo que posee dominio pleno de las funciones cerebrales, mantiene el dominio de la totalidad de las cosas”. (El que domina la mente lo domina todo).