Tuesday, August 5, 2025

AL VUELO-Sindicato

Pegaso
¿Se imaginan mis dos o tres lectores un sindicato de influencers? Yo no.
Y no es porque no tengan derecho a crear una organización, sino por el hecho de que, si así como están son insoportables ¡ahora sindicalizados!
“Sin nosotros no sé como sobrevivirá el mundo”-dice una de las promotoras, y amenaza con dejar de subir contenido para que se les valore más.
No sé si eso sea una broma o alguien lo está pensando en serio, porque ser influencer en este momento es el negocio más rentable del mundo.
Olvídese de los grandes CEOs tecnológicos, de los jeques árabes, de los potentados gringos o de los funcionarios de MORENA. Esos son niños de pecho.
Los influencers, sin invertir un solo peso, obtienen verdaderas fortunas al monetizar su contenido, que generalmente es una porquería.
Porquería que nutre la única neurona que les baila a sus miles o millones de seguidores, tan estúpidos o más que ellos.
Si a un niño se le pregunta en la escuela qué quiere ser de grande, ya no va a decir que piloto o doctor. Va a decir: “¡Yo de glande quelo sel influencel!
Pero además, hasta hace muy pocos años, la aspiración de todo párvulo o adolescente era ser sicario, puntero o maruchero.
El avance de la tecnología y la masificación de las redes sociales permite que ser influencer sea aún más atractivo que convertirse en jefe de un cártel de la delincuencia organizada.
A los influencers no los andan persiguiendo los soldados para reventarles la cabeza, como a los mañosos; tampoco los anda rastreando el SAT, como a los médicos y pilotos para que paguen los impuestos.
Si los multimillonarios del mundo tienen lo que tienen, es porque le han invertido en el negocio.
Los influencers se la llevan suavecito, como pateando un bote, sin inversión, sin riesgo, llenándoles el coco de excremento a sus seguidores.
Sin embargo hay quienes venden su alma al diablo para conseguir más likes y fanáticos. Algunos han muerto en su afán de tener más seguidores. Se trepan al edificio más alto del mundo para tomarse selfies y subirlas a sus redes sociales, o se van al Cañón del Colorado y se cuelgan de una roca medio suelta, o se ponen en las vías del ferrocarril para que el aire de los vagones los peine de rayita en medio…
En fin, las noticias no mienten y cada vez es más frecuente ver accidentes fatales protagonizados por influencers donde los insensatos quisieron ir más allá de lo que permite la Ley de Gravedad.
¿Y qué hay de las miles y miles de jovencitas que cada vez enseñan más en las redes sociales? Al rato vamos a tener Tik Tok, Facebook y Youtube XXX.  O mejor dicho, ya los tenemos, pero son plataformas restringidas, como Only Fans. Lo que quiero decir es que dentro de poco tiempo hasta los chamacos de diez años van a poder abrir su Face y ver contenido porno.
En el mundo de los influencers mientras más estupideces digas, mientras más te arriesgues y mientras más enseñas, mejor te monetizas. Es una carrera que ya nadie para porque son los mismos usuarios quienes la justifican y la refuerzan.
No puedo imaginarme de qué forma quieren que se les valore si todo lo que produce su cabecita loca es solo basura.
Viene el refrán estilo Pegaso: “¡Equivaliendo progenitora e invocando al Enmascarado de Plata!” (¡Valiendo madre y llamando al Santo!)
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