Los hay de todos colores, tamaños y sabores. Los vemos en el cine, en la tele, en el celular, en las cajitas felices, en todas partes. Ellos son….¡tan, tan, tan, taaaaaaa!…. ¡Sí! Los Superhéroes.
¿Quién no, desde niño, soñó con tener superpoderes?
Hace chorromil años, cuando yo era un Pegaso chaval, íbamos al cine terraza Reynosa con los cupones de jabón que canjeábamos por las entradas, veíamos una película de El Santo y salíamos con nuestros amiguitos para recrear más tarde las aventuras de ese popular personaje.
Y así, en el panteón de superhéroes que nos ofrecen compañías como DC Comics, Marvel y otras, vemos que hay superhéroes par todos los gustos.
Todo empezó allá, por los años 30 del siglo pasado, con el lanzamiento de Supermán, el primero con auténticos poderes más allá de las capacidades humanas.
Sin embargo, en la historia de la Humanidad existe el arqueotipo del individuo que cuenta con fuerza colosal, como Gilgamesh, Hércules o Sansón, o los mismos dioses de las mitologías griega, hebrea, babilónica y hasta la azteca.
Muchos son creados por la fértil imaginación de las personas, como Supermán, que puede volar, que tiene superfuerza, visión de rayos láser, es invulnerable a las balas y puede viajar al espacio; o como Batman, que, gracias a la tecnología que puede adquirir con sus billetes, se convierte en un ser temido por los delincuentes.
En el universo Marvel, Ironman, o sea, Tony Stark, también está forrado de lana, así que no es difícil para él contratar a los mejores científicos para que le construyan trajes con capacidades excepcionales.
Hulk es un reflejo de las preocupaciones de la era atómica. Un tipo que se ve expuesto a radiación gamma, que cada que se encabrona se convierte en una enorme mole con fuerza demoledora, inspirado tal vez en la obra literaria El Extraño Caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde.
Con una infinidad de posibilidades, solo bastaba dar el siguiente paso para traer a los comics y al mundo de los superhéroes a personajes de la mitología.
Y ahí tenemos a Thor, el dios nórdico del trueno que Marvel ha recreado con el estereotipo del hombre alto, gallardo y musculoso que tanto atrae a las damitas, para garantizar mayores entradas a los cines o plataformas de streaming.
Abundan las páginas de Internet donde se comparan los poderes de los superhéroes y supervillanos.
Por ejemplo, hay personajes que con un chasquido de dedos pueden desaparecer a la mitad de la población del mundo, como Thanos, o que devoran galaxias enteras, como Galactus, o risueños hombrecillos mágicos que prácticamente pueden hacer lo que quieran, como Mr. Mxyzptlk.
Recién se estrenó en los cines la película Black Adam, con La Roca de protagonista, cuyo origen es la magia negra de los dioses del antiguo Egipto.
Por eso mismo me hace ruido que hasta la fecha, ninguna de las grandes casas productoras de películas de superhéroes haya rescatado para convertirlos en personajes holiwoodenses a los dioses de la mitología hebrea.
Hablemos de Dios y su antagonista El Diablo.
En la comparación con los poderes de otros superhéroes, nada tendrían que hacer Supermán, o Hulk, o Thor, o la Mujer Maravilla o el resto de los integrantes de la Liga de la Justicia o Los Justicieros, contra el creador del Universo entero. A todos ellos les patearía fácilmente el trasero.
Porque, supongamos que alguien lo convierte en superhéroe, ¿quién podría con todo el poder que se dice que tiene el dios hebreo? Nadie.
Tal vez por eso no se ha incluido en los universos cinematográficos, porque no tendría chiste que alguien pudiera hacer de todo y que sus enemigos le hicieran los mandados. Donde, incluso su antagonista, sea parte de su Plan Cósmico.
Si las culturas de la antigüedad forjaron sus propios mitos, con seres poderosos a los cuales rezar y encomendarse, la cultura actual globalizada tiene sus propios dioses, que ahora llamamos superhéroes.
Las regliones que aún permanecen entre nosotros, son reliquias de un pasado muy remoto. Lo nuevo, lo nuevo, es la religión que nos ofrece el mundo de los superhéroes.
Ya no les rezamos, ni nos postramos ante ellos, pero la situación prácticamente es la misma: Seres con capacidades más allá de las humanas, pero que se parecen a nosotros y se comportan como nosotros.
Hemos creado nuestra propia religión, muy acorde a los nuevos tiempos.
Viene el refrán estilo Pegaso, cortesía de Leo De la Mancha: “Arribé de manera similar al Hombre de Acero, con la prenda íntima sobre la prenda masculina de uso diario”. (Y llegué como Supermán, con los chones encima de los pantalones).