Por Pegaso
Ya lo dijo “Lady Polanco”: Las redes sociales se han convertido en un tribunal sin rostro.
Sí. Sin rostro.
Desde el anonimato somos valientes. Esa es la diferencia con los periodistas, quienes damos la cara todos los días con nuestro nombre. Somos figuras públicas ampliamente conocidas.
Yo, Pegaso, soy el Alter Ego de Jesús Rivera, y todo mundo lo sabe.
Pero la gran mayoría de los usuarios de las redes sociales lo hacen desde la comodidad de lo anónimo. Se necesitaría equipo especializado para rastrear el domicilio virtual de cada uno, pero aún así, las redes sociales te dan esa sensación de omnipotencia y de impunidad.
Habiendo dicho lo anterior, quiero mencionar que este nuevo tribunal se parece mucho a la Inquisición, fundada en la alta Edad Media, allá por el año 1184 y hasta muy entrada la época conocida como La Iluminación, en 1834.
Cualquier hijo de vecina al que le caías gordo, iba con la Santa Inquisición y te ponía el dedo de que eras hechicero o bruja, porque tenías varios gatos o porque te había salido una verruga en la nariz.
La Santa Inquisición era el tribunal supremo en los países dominados por la fe católica.
Fue el Papa Lucio III el que promulgó el decreto Ad abolendam en el que se ordenó establecer tribunales episcopales.
A todos los herejes se les torturaba para que confesaran sus delitos. El que se negaba a declararse culpable, generalmente moría destripado, desmembrado o quemado en la hoguera… y el que decía que sí, terminaba igual. Así que no había salvación cuando eras señalado.
Es casi lo mismo ahora con las redes sociales. Alguien te señala y ya no hay vuelta atrás.
Tal vez la diferencia es que no te ejecutarán, pero sí vas a quedar más chamuscado que un pollo Pewi.
“Lady Racista” tuvo que tragarse sus palabras, dar una disculpa pública a sus víctimas y pagar un lanón, mientras que “Lady Polanco” perdió su chamba, a pesar de medio intentar justificar su exabrupto.
Al igual que en los tiempos de La Inquisición, puedes ser culpable o inocente. Si eres culpable, tal vez lo tengas merecido, pero si eres inocentes, se estará cometiendo una injusticia contigo.
Pero ya no habrá marcha atrás. El golpe que se da en las redes sociales generalmente es definitivo y definitorio.
Una vez que se lanzó, no hay poder humano capaz de revertirlo.
Existe un principio universal que dice: “Una mentira contada mil veces se convierte en verdad”, y así, si alguien es señalado por algo y se hace viral, terminará convertido en “lord” o en “lady” per secula seculorum.
Y esto se convierte en un castigo ejemplar. Por ejemplo, no creo que “Lady Racista”, quien acostumbraba humillar a los chaparros, prietos, panzones y pobres empleados mexicanos que se encontraba en su camino, caiga nuevamente en una situación de esa naturaleza, porque su chistecito viral le costó casi 100 mil pesos, una disculpa pública y trabajo social.
Lo seguirá haciendo en privado, cuidando que no haya cámaras, porque lo mamón y prepotente jamás se quita, pero en público se portará más recatada que una monja de las Carmelitas Descalzas.
Y con esto, termino la serie de artículos relacionados con el fenómeno de la viralidad, las “ladies” y los influencers. Claro, si no sale otro caso que llame poderosamente mi atención.
Viene el refrán estilo Pegaso: “Colisioné nuevamente con idéntica roca”. (Tropecé de nuevo con la misma piedra).