Ahora resulta que nosotros mexicanos somos descendientes de una de las tribus perdidas de Israel.
Sí. Tal como lo leen.
Algunos sitios de Internet especializados en analizar temas bíblicos, suponen que tras la separación de las 12 tribus por todos los confines del mundo, una de ellas se vino a América y fundó las diferentes culturas mesoamericanas, empezando por la Olmeca, la Mixteca, la Zapoteca, la Maya, la Teotihuacana, la Tolteca y la Azteca o Mexica.
Para ello, hicieron un diagrama cronológico de los distintos episodios referidos en el antiguo testamento antes de la aparición de Jesús de Nazareth.
De acuerdo con dicho diagrama, en el año 2,200 antes de Cristo tuvo lugar el Diluvio Universal, en el 1,700 se construyó la Torre de Babel y nació Abraham, el primer gran patriarca; en el 1,300 antes de Cristo se llevó a cabo el Éxodo, en el 700 a.C., la Deportación a Asiria, en el 500 a.C., la Deportación a Babilonia y en el año I, el nacimiento de Jesús.
De esta manera buscan probar que, efectivamente, se dan coincidencias cronológicas en cuanto a fechas importantes del Antiguo Testamento y la aparición de las tribus que vivieron en el Valle de México.
Por consiguiente, deducen, los mexicanos descendemos de una de las doce ramas en que fue dividida la nación de Israel y después dispersada por el mundo.
A favor de tal teoría podemos citar, por ejemplo, que en algunas culturas como la Tolteca se tenía la cruz como un símbolo religioso.
Existe el mito del Diluvio Universal común a la cultura hebrea y a los pueblos mesoamericanos, además de que aquí se tenía un dios al que se ha identificado en varias ocasiones como Jesucritos: Quetzalcóatl, un ser blanco y barbado que se fue por el mar hacia el este, prometiendo retornar a estas tierras.
A eso hay que sumarle toda la cosmogonía y mitología donde, ciertamente, hay pasajes muy parecidos en ambas y hasta uno se puede llegar a confundir.
Pero la verdad, es que aún cuando dos culturas vivan en zonas geográficas muy separadas y sean completamente diferentes en sus rasgos físicos y forma de vida, siempre va a haber creencias similares, porque esa es la condición humana.
El hombre tiene necesidad de creer en algo superior. Además, guarda memoria de hechos de un pasado remoto que con el paso del tiempo se van transformando hasta llegar a convertirse en mitos, como el diluvio.
Yo no pienso que nosotros, los mexicanos, seamos descendientes de aquellos primeros judíos.
Está bien que los individuos de ambas razas somos feos, prietitos y timbones, pero la mentalidad es mucho muy diferente. Un judío, por ejemplo, puede estar en el desierto y vender cualquier cosa que se le antoje y hace una fortuna con casi nada.
El mexicano, por su parte, prefiere estar descansando y rascándose los productos de gallina antes de molestarse en hacer algo productivo.
Si los judíos tienen fama de vender hasta a su madre, muy barata, por cierto, los mexicanos defendemos a nuestra jefecita con nuestra propia vida.
No le mientes la mamá a un mexicano, porque será el peor insulto que le puedas hacer.
La Historia oficial nos indica que los primeros habitantes del continente americano viajaron de Asia por el estrecho de Behring, hasta llegar a los pastizales de Norteamérica. De ahí se desprendieron algunas tribus que después se establecieron en lo que hoy es Sonora, Chihuahua y Sinaloa. En Sinaloa hubo un asentamiento llamado Aztlán, desde donde un grupo pequeño y marginado que después se conoció como Aztecas, llegaron hasta el Valle de México, donde no los querían ninguno de los pueblos que ya estaban asentados y tuvieron que vivir prácticamente de comer ajolotes y lombrices.
Ahí, donde su dios Huitzilopochtli les dijo que hallarían una águila sobre un nopal, devorando a una serpiente, que era un humedal espantoso, empezaron a rellenar y a construir algunas casuchas.
Siendo tan belicosos como eran, pronto sojuzgaron a sus vecinos, que anteriormente les hacían el fuchi y llegaron a constituir el imperio más poderoso del continente, hasta que arribaron los españoles y los conquistaron, porque Moctezuma Xocoyotzin pensó que Cortez era el dios blanco y barbado que prometió volver.
Termino mi colaboración con el refrán estilo Pegaso: “Pues, ¿de qué denominación inhalaste este día?” (Pos, ¿de cuál fumaste hoy?)