Me dio un supiritaco, telele, patatús, tamafat, chiripiorca, váguido o soponcio solo de ver y escuchar el video de un influencer local. Un chamaco imberbe llamado Josepe.
Josepe, dueño de un florido lenguaje, reproduce en Tik Tok un video donde anda en la feria de Reynosa.
El contenido de dicho video es sencillamente, un recorrido por los estands y juegos del evento.
Llega a uno de los puestos y pide un “chorreado”, es decir, un vaso con elote desgranado al cual se le agregan cantidades industriales de todo: Chile rojo, mayonesa, crema, queso amarillo, queso rallado, cacahuates, ajonjolí, gomitas y lo que se les antoje, hasta derramar todo el contenido en un plato sobre el que se coloca el vaso. De ahí el nombre.
Lo extraño no es que haya comprado un “chorreado”. Lo inusual para mí fue el léxico empleado para narrar lo que hace durante el video.
Si conté veinte “cabrones”, “chingaos”, “vergas” y “pedos” fue poco.
Trataré de subir esta columna a la cuenta de Tik Tok de Josepe a ver si me lee, porque hasta donde puedo ver, tiene más de 88 mil likes, 340 comentarios, 3,614 etiquetados, 394 compartidos y 24 de mis contactos también vieron el interesantísimo y culto video.
El mensaje que quiero darle es el siguiente:
Mira, Josepe: En mis tiempos y en los tiempos de tus padres, si alguno de ellos nos oía decir alguna majadería agarraban una braza de carbón de los que había en el fogón donde se cocinaban los alimentos, nos agarraban bien las manos para que no manoteáramos y las piernas para que no corriéramos y nos la restregaban en toda la jeta.
Palabras como “cabrón”, “pendejo” y otras por el estilo, que ahora parecen más apropiadas para un niño de pecho, eran motivo suficiente para eso y mucho más.
Mamás y papás había que agarraban el cinturón y nos correteaban por toda la calle, con la famosa “chancla voladora”(que aunque no lo creas, era más poderosa que las Gema del Infinito de Thanos) o con el cordón de la plancha, con el que nos hacían unos surcos en el lomo más grandes de los que le hicieron los romanos a Cristo crucificado.
Por eso aquellas generaciones crecían aprendiendo a respetar a sus mayores.
Luego vinieron los derechos humanos y lo mandaron todo al demonio. A partir de ahí, si algún padre agarraba la braza y le quemaba la jeta a su hijo, era denunciado a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y acababa en la cárcel.
De ahí que los chavos de la década de los noventa y dos mil les vale madre todo, no tienen respeto por nadie y creen que están haciendo un mundo mejor.
Mira, Josepe: Yo sé que a los chavos como tú les gusta esa forma de expresarse, y francamente no tiene nada de malo si lo hicieran entre cuates. No me escandaliza nada de eso ni me doy golpes de pecho. Pero el contenido que producen llega a los niños más pequeños, y ahí sí hay que tener cuidado, porque la influencia que se ejerce sobre ellos está produciendo una generación de idiotas.
De por sí, en la actualidad parece que el mundo se ha vuelto completamente loco. Puedo decirte con toda certeza que solo hay una cosa más grande que el Universo infinito, y es la estupidez humana.
He visto y escuchado a niñas y niños pequeños, de 4 o 5 años, diciendo las mismas palabras que tú dices en tus videos.
Para ellos, aún a esa edad, ya resulta muy natural escucharlas y decirlas. Son pequeñines que en las fiestas se agarran a perrear, mientras sus padres toman el celular y empiezan a grabarlos divertidos para subir después el video a alguna red social.
Por eso y por muchas cosas más pienso que nuestra civilización está llegando al ocaso. Hemos entrado a una nueva Edad Media.
Hubo alguien que dijo: “No te preguntes qué mundo les vas a dejar a tus hijos; pregúntate qué hijos le vas a dejar al mundo”.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “¿Y con tal cavidad bucal ingieres tus alimentos?” (¿Y con esa boca comes?)