Saturday, May 4, 2024

Al Vuelo-Muerte

Por Pegaso

No voy a hablar mal aquí de la Santa Muerte.

Sus acólitos suelen ser gente peligrosa y fanática. No quiero que me pase lo que a Salman Rushdie después de publicar su Best Seller “Los Versos Satánicos” (Fecha de publicación: 26 de septiembre de 1988. Editorial: Viking Press): Los musulmanes le declararon la guerra y le pusieron precio a su cabeza.

Diré que el culto a la Santa Muerte pudo haberse originado con la cinta llamada “Macario” (Película Mexicana estrenada en 1960. Director: Roberto Gavaldón. Protagonistas: Ignacio López Tarso, Pina Pellicer, Enrique Lucero, Mario Alberto Rodríguez y José Gálvez).

Un humilde campesino vive en la más angustiante pobreza con su familia. Lo que siempre ha querido, en medio de tanta miseria, es tener para él solo un guajolote entero, para comérselo a sus anchas. Su mujer roba un guajolote de una casa rica y se lo prepara a la leña. Macario se va al monte, donde está a punto de darse un banquete. De pronto, se aparece El Diablo, quien le ofrece monedas de oro a cambio de una porción del ave, pero Macario se niega a compartir siquiera un bocado. Más adelante se le aparece Dios, quien le ofrece lo que quiera, pero tampoco está dispuesto a compartir su guajolote con Dios. Finalmente llega la Muerte, quien le dice que lo invite a comer porque hace mucho tiempo que no prueba un bocado.

Macario accede a darle parte del guajolote, así que la Muerte, como agradecimiento, le entrega una botella con un líquido, el cual sanará a los enfermos mortales.

Con el tiempo, se vuelve un sanador maravilloso y todo mundo va a buscarlo, incluso los más ricos. Sin embargo, la Muerte le dice que solo cuando lo vea a los pies del enfermo, éste podrá sanar, pero si lo ve en la cabecera, no podrá hacer nada y morirá irremediablemente.

Esa es parte de la historia.

Pero mis dos o tres lectores -quienes supongo que no habrán visto esta joya del cine nacional- se preguntarán porqué Macario no invitó de su guajolote al Diablo ni a Dios, les diré lo que le dijo a la Muerte cuando ésta le preguntó lo mismo: “Porque tú te llevas a todos sin distinción, sean ricos y pobres, buenos o malos”.

Hay otro antecedente cinematográfico. La película “El Ahijado de la Muerte” (Producción mexicana de 1946. Director: Norman Foster. Protagonistas: Jorge Negrete, Rita Conde, Leopoldo Ortín, Emma Roldán y Tito Junco).

Aunque el origen en esta creencia puede venir de mucho tiempo atrás, de la época de los mayas y aztecas.

La Wikpedia indica que muestra detalles de un sincretismo o fusión entre distintos elementos del culto prehispánico por los muertos y de la Iglesia Católica.

Más sin embargo, el culto moderno a la Santa Muerte se originó en Hidalgo, en 1965, cuando personas que cotidianamente ponían en riesgo su vida empezaron a adorarla con la figura que actualmente se conoce, entre ellos, políticos, miembros del crimen organizado y policías.

Actualmente cualquier persona, principalmente de los sectores socioeconómicos más deprimidos, rinden culto a la Santa Muerte o Santísima Muerte en altares, a cambio de ser liberados de enfermedades, enemigos o problemas económicos.

Su representación generalmente es en forma de un esqueleto vestido con una túnica roja o negra, acompañada de un rosario y una guadaña.

“Dios me acompaña y ella me protege”,-suele ser la frase preferida de los creyentes y de esa manera se consolida el sincretismo.

Todo esto viene a cuento porque la semana pasada un alto funcionario del Gobierno de la Cuarta Transtornación, Jenaro Villamil, encargado del Sistema de Radiodifusión del Estado Mexicano presentó en sus redes sociales una camiseta que traía puesta donde se veía una amenazante cabeza de la Santa Muerte con un dedo en la boca, como ordenando guardar silencio y la frase: “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”.

¿Advertencia? ¿Ocurrencia? ¿Broma de mal gusto? ¿Invención de los neolibarales?

Yo me voy por la primera opción.

Los dejo con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “En la parte superior del difunto, las guirnaldas”. (Sobre el muerto, las coronas).

 

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